Ámbar
—¿Estás segura de que quieres hacer esto, Ámbar? —me pregunta Joshua mientras bajamos en el ascensor—. Podría ser yo quien le diga todo lo que tienes que decirle y le entregue el cheque.
—No —respondo obstinadamente—. Esto es algo que tengo que hacer, algo que necesito.
—No, no lo necesitas. Ir a esa casa es riesgoso, ni siquiera sabemos si está ahí.
—¿Crees que no está? —me burlo—. ¿No viste el estado en el que estaba? Estoy segura de que no ha salido de casa.
—Bien, te doy un punto, pero aunque lo encuentres, no es prudente que hablen.
—Es que ni siquiera pienso hablar —replico con una sonrisa forzada—. A lo que iré es a pagarle esta maldita deuda, a liberarme de una buena vez. No puedo creer que me sentí…
Me quedo callada y niego con la cabeza. No estoy dispuesta a admitir en voz alta la culpa que David me hizo sentir.
—Ese dinero lo obtuviste con el collar, ¿no es así? —me pregunta con seriedad.
No le respondo.
—Bien, tu silencio es una confirmación.
Salimos al estaci