Ámbar
Mis súplicas pronto se convierten en murmullos sin mucho sentido. Nada en mi cabeza tiene lógica. En el momento en que David entró, estaba a punto de saltar de alegría. Finalmente, me atreví a pedirle ese préstamo a Joshua, quien, como si nada, me transfirió el dinero restante a mi cuenta. Por fin pude juntar esos diez millones que tanto necesito.
Posiblemente, cualquier otra persona se cuestionaría cómo logró conseguir esa cantidad tan rápido, pero yo confío en él. Joshua siempre ha sido una persona íntegra, y los correos que hemos compartido me han demostrado que sigue siendo el mismo, solo que más sabio en lo que hace.
—¿Por qué siempre tienes que complicar todo? —se queja David
—No tienes que llevarme —gruño.
—Silencio —me exige, acariciando mi cabeza—. Ni tras haber sufrido un desmayo dejas de ser tan terca.
Mis labios luchan por esbozar una sonrisa. Debo admitir que extrañaré un poco sus comentarios sarcásticos, aunque se basen en suposiciones erróneas sobre mí. Intentaré q