David
Tal y como predijo Lucía, Ámbar ha decidido rescindir su contrato con nuestra joyería y ya no quiere trabajar para nosotros. Aunque era lo que buscaba en un inicio, no puedo evitar experimentar una sensación amarga.
¿Estoy impidiendo que escape o arruinando sus sueños? Ese día que fuimos a la joyería, pude notar cómo le brillaban los ojos y lo mucho que parecía saber sobre diseño. He visto con mis propios ojos cómo la frustración le ha ido haciendo daño. A pesar de sus esfuerzos por disimular, se le nota el cansancio y la falta de energía, incluso durante el sexo, donde se queda dormida después de terminar, sin importar la hora del día.
—Se lo dije, señor Ruiz, le dije que ella iba a terminar renunciando —me reprocha Lucía mientras me trae el contrato de renuncia—. ¿Y ahora qué haremos? Hay muchas personas importantes que solicitan sus diseños.
—Pasa los trabajos a…
—No, no podemos dejarle todo a nuestra gran estrella, J.R. Oviedo —me interrumpe, molesta—. Por más experto que sea