Marie apoyó su mano derecha temblorosa en el pómulo de la puerta. Sus dedos apenas respondían, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho. El miedo la invadía; no sabía cómo reaccionaría frente a Odín. En ocasiones, había fantaseado con este momento, con enfrentarse al hombre que le había destrozado el corazón desde la primera vez que lo vio. Pero imaginarlo era una cosa, y enfrentarlo, otra muy distinta. Después un suspiro largo y profundo, empujó la puerta.
Ahí estaba él, sentado, con la mirada clavada en la entrada, esperándola. Un escalofrío le recorrió el cuerpo de pies a cabeza. Apretó las manos en un intento de darse valor y, con decisión, cerró la puerta detrás de ella.
—Hasta que te dignas aparecer —la voz de Odin era áspera y cortante.
Marie lo miró frunciendo el ceño, intentando mantener la calma que se desmoronaba en su interior.
—Tú, tan arrogante como siempre —respondió, con voz fría—. Aquí estoy. Si vas a rechazarme, hazlo ya. No le demos más vueltas a esto. Si de