Kereem pasó un trago y deslizó su otra mano por sus curvas para llegar al muslo desnudo. Bajó la boca a la de Zahar y se la abrió con los dedos, para meter su lengua en ella.
Sus besos siempre eran urgidos, pero altamente satisfactorios. Aunque Kereem empleara la rudeza, la profundidad de su acto, sacaba a Zahar del mundo.
Y aunque ella no estaba preparada para interrumpir el beso, fue Kereem quien se despegó y se apartó de ella, haciéndole fruncir el ceño.
Zahar se giró viendo cómo él se apresuró a llegar a la entrada, y literalmente él fue quien cerró todas las entradas a su sitio privado. Luego de eso, lo vio caminar hacia ella, que literalmente la suspendió en el aire, y luego la sentó en la gran mesa decorada con flores y candelabros de lujo.
—Kereem…
—Sí… hazlo… gime por mí… —Zahar sentía que se le iba a salir el alma cuando las manos de Kereem viajaron a sus piernas desnudas por la posición y metió las manos para quitarle su ropa interior.
Él tomó la prenda en su puño, la apret