CAPÍTULO 59 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
Las semanas pasaron como un suspiro y al mismo tiempo como un desfile interminable. Desde que Kereem anunció la fecha, el palacio se convirtió en un taller gigante de preparativos, invitaciones, pruebas de menú, listas interminables de protocolo, decoraciones que parecían sacadas de un sueño… o de una exageración.
Y yo ya había perdido la cuenta de cuántas veces le había dicho que era demasiado.
—Kereem… esto no es una boda, es una invasión decorativa… todo es… —le dije una noche mientras me mostraba otro salón lleno de flores.
—Es nuestra boda —respondió él—, y nada será suficiente. No hay “demasiado” para ti —era siempre su respuesta.
Era imposible seguirle el ritmo. Cada decisión era más lujosa que la anterior. Todo era enorme, desproporcionado y, sobre todo, carísimo, pero no se detenía y cuando Kereem quería algo, no existía la palabra “moderación”.
Faltaban pocas semanas y llegó el día de la prueba del vestido.
El salón de costura estaba llen