CAPÍTULO 54 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
La brisa del jardín movía los velos de seda con suavidad, como si el viento supiera que no debía perturbar la calma que por fin había alcanzado. El jardín privado de mi habitación era una burbuja suspendida entre el cielo y el suelo, llena de jazmines, y una fuente que sonaba como un corazón latiendo a lo lejos.
Habían pasado semanas desde nuestro regreso a Riad.
Semanas de descanso, medicamentos, silencios compartidos y palabras medidas. Mi cuerpo ya no temblaba al moverse. Las heridas más visibles se habían cerrado, y las internas… bueno, esas empezaban a cicatrizar también
El palacio era inmenso, pero ya no se sentía ajeno.
Me estaba acostumbrando, no a la opulencia, ni al palacio, me estaba acostumbrando a vivir sin miedo. Se había vuelto mi refugio, no por su tamaño ni sus lujos, sino por los silencios que me permitía.
Me sentaba allí todos los días. A veces con un libro que no leía, otras veces con los ojos perdidos en el horizonte.
Hoy era un