CAPÍTULO 53 AMOR Y REDENCIÓN
Zahar…
El cielo de Riad se abrió frente a la ventanilla con una luz cálida y poderosa y a lo lejos, los edificios de tonos dorados y techos brillantes se fundían con la arena.
El avión descendió suavemente, pero mi corazón lo hacía con un estruendo.
Estaba volviendo, al mundo que alguna vez me negó… aunque ahora era distinto, y, sin embargo, cuando bajamos del avión, con mi cuerpo aún frágil y el vendaje apretando mis costillas, me sentí protegida por la única sombra que importaba: la de él.
Kereem descendió primero.
La sola presencia de su silueta, alta y firme hizo que los soldados del ejército de Riad —alineados con precisión— elevaran los puños al pecho como si vieran a un rey regresar del exilio.
Tres autos blindados esperaban en la pista. Oficiales de alto rango, escoltas personales, y asistentes reales. Pero Kereem caminó directo hacia mí. Me tendió la mano, y todo el protocolo se quebró con ese simple gesto.
Como si dijera al mundo:
“Aquí está mi m