La monarquía gobernada por Kereem Abdalá aparenta ser invencible, pero bajo la fachada poder y prosperidad, se siente atrapado en una lucha interna que amenaza con desbordarse. Ante la presión de asegurar la sucesión, Kereem jura lealtad eterna a Sanem, prometiendo no tener otra esposa. Pero el tiempo avanza implacablemente, y Sanem siente que la sombra de su enfermedad amenaza con destruir su matrimonio y la estabilidad en el poder. La entrada de Zahar al palacio es un secreto de Estado, entrenada desde la infancia por su propio padre, ella solo llega con un objetivo: llevar a cabo un juego de engaño y seducción, siendo la amante secreta para ofrecer un heredero. ¿Será capaz Zahar de cumplir su misión sin despertar sus emociones? Mientras tanto, el golpe de Estado comienza a tomar forma desde las sombras, amenazando con desencadenar una serie de eventos que cambiarán su destino. En un juego de lealtades, engaños y pasiones prohibidas, cada uno intentará sobrevivir a los límites, dónde cualquier movimiento, puede resultar fatal...
Leer másKereem…Nunca fue tan difícil moverme. Había un caos total fuera del palacio y miles de llamadas por contestar. Necesitaba dirigirme al país en algún momento, pero lo que más necesitaba era ver a mi hermana, y Asad estaba haciendo todo un plan para salir a la clínica del palacio a unos kilómetros de mi ubicación.Salí de la sala de seguridad con el pecho ardiendo, como si los restos de mi madre, los gritos de Janna y las carcajadas de Naim me perforaran por dentro. Estaba agotado, físicamente molido, pero con la mente volando, sin parar acerca de todo lo que tenía por hacer.—Señor, salimos en diez minutos, aunque lo mejor sería quedarse dentro del palacio.—No… —corté a Asad y lo miré—. Necesito que tú y todos tus hombres, Sharid, todos los que han estado en este plan, se tomen un descanso y no quiero que refuten.—Imposible —Asad se posicionó frente a mí—. Si usted sale, debo cuidarle la espalda.—Después de que regresemos de la clínica lo harás, es mi orden.Asad solo me miró y fue
Kereem…El mundo podía estar ardiendo, y aunque el palacio estaba retomando su estabilidad, los gritos de mi hermana aún seguían resonando en mi cabeza. Rápidamente, tomé el auricular y lo puse en mi oído. Había hombres militares detrás de mí como si me encubrieran, y todo llegó a mí de golpe cuando escuché a Asad.—Repito, hay muchos heridos, pero lo tenemos…Y nada me importaba más ahora que lo que estaba por ocurrir.Mi respiración se detuvo un segundo cuando caminé con el arma en mi mano y varios soldados a mi espalda.—Dame tu ubicación, Asad…—Señor, en la salida del ala sur… estamos con Naim y la señora Hurem.Mi mandíbula se apretó tanto que sentí el crujido interno. Mis pies comenzaron a moverse solos y pasé varios tragos hasta que sentí un ardor en el antebrazo.Tenía sangre en él, pero no lo tomé de importancia en el momento.—Lo quiero solo, nada de armas cerca y nadie en la habitación, solo los que los resguardan. No te muevas de su lado, y a Hurem… pónganla en otro sitio
Kereem…No hay guerras limpias y en familia, todas son personales.La imagen de Hurem en la pantalla lo quebró, pude verlo. Sus ojos se abrieron apenas, su mandíbula se tensó, y por primera vez en años, la máscara de Naim se fisuró.La sonrisa se puso en una línea al ver la imagen de su madre, sedada, sostenida por mis hombres en la sala de seguridad. Fue como si le arrancaran el alma del pecho, y pude notar como se apretó la mandíbula, mientras Janna soltó un gemido de espanto.Sin embargo, las lineas de sangre en el cuello de mi hermana, me hervían la sangre, mientras que noté como Sanem en medio de su estado, se puso al lado de los niños, aunque Jamal estaba sosteniendo a Jade que desconocía todo lo que estaba sucediendo.Y necesitaba hacer algo.—Sé que no les importa morir —no miré a Naim, sino a todos los que estaban armados que lo apoyaban—. Sé que no les importa que les diga que el palacio está rodeado, y que todo el país estará en su contra. Sé perfectamente que prefieren vol
Kereem…A veces, el verdadero poder no se muestra con estruendo, sino con pasos que no hacen ruido.No demoramos mucho en llegar a unos pocos metros del palacio, Asad me había advertido muchas veces no entrar o enfrentar yo mismo este dilema, pero necesitaba hacerlo. Y el plan era ese, no otro.Teníamos helicópteros por todo el lugar y muchas camionetas, francotiradores desde todas las áreas, y o más importante, un equipo que tenía unos días trabajando desde adentro.La adrenalina se podía oler, en unos minutos estaríamos en unas compuertas precisas, y el equipo preparado nos daría entrada libre al palacio. Al menos cien hombres, contándome, mientras un batallón enrome, nos resguardaba afuera.Las puertas del palacio no fueron derribadas, no iba a haber explosiones ni disparos, tenía mucho por proteger y perder, así que seríamos como sombras moviéndose con precisión quirúrgica.Y yo… caminando hacia el corazón del infierno. Mi hermano, mi propia sangre.—Confirmación de acceso —murmur
Kereem…No hay ruido más ensordecedor que el de la sangre cuando comienza a hervir.No era el de los helicópteros sobrevolando el palacio y en nuestras cabezas, y ni siquiera el de los maldit*s latidos dentro de mi pecho.Cuando lo vi… Cuando vi su rostro deformado por la locura, su mano aferrando el cabello de Janna, mientras la empujaba hacia la cámara, además de ver la condición de Sanem atada… sangrando…La forma en que Janna temblaba, los niños con los ojos hinchados de llorar.Mi garganta ardía. Sentí un zumbido dentro del pecho y una mezcla de furia y desesperación que me arrancaba las costillas desde adentro.—Silencio… —dije en voz baja, todo se había detenido en este momento.Teníamos un tiempo afuera, y me parecía difícil de creer todo el equipo y el apoyo que había en las calles.Desde que salimos de la central americana cerca del desierto, y desde que entramos a la embajada americana, porque debía asegurar de dejar a Zahar allí, aunque mi cuerpo luchaba contra mi misma me
Terceros…“La caída del trono… de mi trono…” Ese fue el primer pensamiento de Naim, pero se puso de pie tratando de tomar el aire. No era real, solo estaba… teniendo una especie de pesadilla, tal vez. Sin embargo, el terror no siempre llega con un estruendo, a veces, se desliza como una sombra, hasta que es demasiado tarde para respirar.—Naim —la voz de su madre llegó, y su respiración estaba muy agitada cuando miró a Lamar.—¿Crees que es una falsa alarma?Lamar negó.—Venga conmigo, señor…Naim no demoró un segundo para caminar, mientras Hurem lo siguió en pasos apresurados.Todos fueron escoltados por un par de guardias más, el palacio se puso alerta, y ellos llegaron a la terraza principal mientras Lamar le pasó unos binoculares.A solo uno o dos kilómetros, venía una horda de militares, en camionetas, y carros de guerra. El estruendo de helicópteros sobrevolando el palacio también le retumbaron la piel, y algunos aviones de guerra que pasaron rápidamente le hicieron arder la
Terceros…Sanem no sabía cuántas horas habían pasado, pero esta noche parecía eterna.Estaba tirada en el suelo, fría, con el rostro bañado en sudor, sangre seca en la sien y las muñecas marcadas por el forcejeo. Tenía el rostro inflamado y la garganta aún marcada por los dedos de Naim. Pero nada dolía tanto como su conciencia.El silencio era absoluto, hasta que se escucharon las puertas de aquel salón pequeño abrirse, donde él había ordenado que la dejara. Los pasos de Naim eran lentos, un arrastre de furia y determinación, de hecho, la puerta se abrió sin apuro.Naim estaba allí, de pie, como un juez sin clemencia, observándola sin pestañear. No hablaba, no gritaba, solo la miraba, y ella supo que pasó demasiado tiempo hasta que se agachó frente a ella.—Levántate —gruñó de forma tan ronca como nunca.Sanem no respondió, no podía, entonces él la tomó del brazo, la alzó sin cuidado, y la arrojó contra una de las mesas.—¿Sabes lo que hiciste? —Su voz era un susurro oscuro—. No destr
Terceros… Un día antes… El silencio del ala este fue el preludio, pero al mismo el palacio temblaba. Una presión iracunda comprimía el pecho de Naim, y cada latido golpeaba su sien con violencia. No pensaba, ni razonaba, su visión era un túnel rojo, y su respiración era como la de un toro en medio de la arena. La laptop cayó al suelo con un golpe seco cuando su brazo barrió todo el escritorio, la silla voló contra la pared y los soldados que aún quedaban fuera del despacho apenas tuvieron tiempo de reaccionar cuando la puerta se abrió con una violencia infernal. Él caminó con pasos lentos, cargados de una amenaza tan brutal que todos se apartaron sin atreverse a pronunciar una palabra. Cada pisada suya era como el eco de una sentencia. Las puertas del ala este se abrieron de golpe, como si una tormenta se hubiera desatado dentro del palacio. Los soldados más cercanos a la sala real apenas tuvieron tiempo de hacer una reverencia antes de que Naim cruzara por el corredor central c
Terceros…Un día antes… El comedor principal del palacio estaba en completo silencio. Las copas de cristal refulgían con el reflejo de las lámparas colgantes, y el leve murmullo de los sirvientes retirando los platos apenas rompía la atmósfera espesa. Naim comía sin levantar la vista del plato, con la precisión de quien lo hace por costumbre, no por placer. Su rostro era impenetrable, como esculpido en piedra, mientras las mujeres sentadas en la mesa masticaban, viéndose unas a otras.Desde hace una semana estaba siendo todo muy monótono, y las conversaciones solo eran aisladas.Frente a él, Hanna lo observaba en silencio, con una expresión serena y perfecta, más pendiente de cada movimiento suyo que de la cena en sí, porque sabía que cualquier palabra mal dicha sería como cruzar un campo minado.A su derecha, Sanem jugaba con su copa sin beber, con la mirada distraída, como si no terminara de encajar en ese lugar, mientras que Bahar, mantenía una sonrisa diplomática, cuchillo y tene