Kereem…
Eduardo había logrado lo que pocos podían hacer: sostener el equilibrio entre dos hombres con más pólvora que paciencia. Después de ese último silencio, fue él quien habló con voz medida, como si supiera que cualquier palabra mal puesta podría encender otra vez la mecha.
Se frotó sus manos, como si la fricción pudiera apagar el incendio que todavía chisporroteaba entre Víctor y yo, y soltó el aliento con calma después de tener más de 10 discusiones conjuntas.
—Bien —dijo al fin—. Aquí nadie gana si seguimos midiéndonos el pulso. Kereem tendrá vía libre para incrustar a su inteligencia, pero todo pasará primero por MI protocolo. Punto de control dual: tu gente reporta a Asad y a mi jefe de seguridad. Asad tendrá vía abierta, y tendrá que complementarse con nuestro jefe de seguridad. ¿Les sirve?
Víctor bufó, aunque terminó asintiendo; sabía que esa concesión era el único puente que le quedaba y yo incliné la cabeza, aceptando.
—No estoy de acuerdo con esto, pero entiendo que no