CELOS MATUTINOS.
CELOS MATUTINOS.
Nathaniel salió del ascensor con la respiración contenida, esperando ver a Elara en su lugar habitual. Sin embargo, su espacio estaba vacío, y un nudo se formó en su estómago. La incertidumbre le carcomía por dentro, pero antes de que pudiera dejarse llevar por la ansiedad, la voz de Margarita lo devolvió a la realidad.
—Nathaniel, ¿buscas a Elara? Fue a la cafetería hace un momento —dijo con una sonrisa tranquilizadora.
Un suspiro escapó de sus labios mientras asentía con un simple.
—Gracias, Margarita.
Entró en su oficina y la puerta se cerró tras él con un clic sordo. En su escritorio, el itinerario del día lo esperaba junto a una taza de café ya sin calor. Nathaniel frunció el ceño y murmuró un “demonios” cargado de frustración antes de caminar hacia su silla y sentarse pesadamente. Dio un sorbo al café, haciendo una mueca al probar el amargor que confirmaba sus sospechas: Elara estaba molesta por la noche anterior.
Apoyó los codos en el escritorio y se llevó