SE ACABÓ

SE ACABÓ

Los pitidos de la máquina cardíaca resonaban en la silenciosa habitación, Daniel, que no se había apartado de su esposa un instante, miraba por la ventana. Sin embargo, la mujer acostada en la cama abrió los ojos lentamente.

―¿Dónde… dónde estoy? ―murmuró con voz ronca.

Daniel se giró rápidamente y sus ojos se abrieron tanto emocionados como estupefactos.

―Cariño… ―susurró y se acercó a ella ―…mi amor, estás despierta, estás aquí…

Naomi tragó un poco y Daniel se apresuró a servirle agua y la ayudó a beber. Cuando Naomi pudo hablar, preguntó por el niño.

―El bebé… nuestro bebé…

―Él está bien ―dijo Daniel tranquilizándola ―y Derek también, está en casa con mamá.

Naomi asintió levemente.

―Y… Alondra, ella…

―No tienes de qué preocuparte, amor. Alondra no podrá hacer más daño. Ella murió.

Aunque fue cruel, el alivio inundó a Naomi.

―¿Cuánto tiempo llevo aquí?

―Una semana ―respondió Daniel acariciándole el cabello ―los médicos dijeron que el humo te afectó gravemente, llenando tus
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