Capítulo 35: Dos propuestas en una noche

Siento sus manos tomar mi rostro con firmeza, niego sin decir una palabra, me resisto a que ella me bese. Meto mis manos bajo mis muslos para no tocarla y de pronto ella se incorpora, abro los ojos y veo cómo arranca una de las tiras de tela de la falda que lleva, me rodea por el cuello con ella y tira de mí hacia adelante al tiempo que se sienta a horcajadas sobre mí.

—Mira, eres linda, bailas bien, pero de verdad no puedo estar contigo… yo amo a otra mujer y si ella se llega a enterar de que siquiera te besé, no querrá verme jamás… y no la puedo perder, es todo lo que me queda… por favor…

Vuelvo a mirar alrededor para buscar ayuda, algo, pero nadie… se fueron y sé que es una trampa para que la olvide, pero yo no puedo hacerlo, no…

Estamos en un silencio abrumador, la música se ha terminado y ella pasa sus manos por mi pecho. De más está decir que tengo una erección de los mil demonios, ella la está sintiendo y me muero por hacerle mil cosas, pero me contengo.

Sus manos van subiendo, juguetean con mi corbata y le digo con un hilo de voz.

—Es linda, ¿verdad? Es del mismo color de sus ojos —la veo directo a los suyos y puedo sentir una conexión… esos ojos son idénticos a los de mi chica.

Puedo ver en ellos que sonríe, lleva sus manos al velo y se lo quita, dejándome con la boca abierta.

—Tú…

—Sí, yo… lamento haberte hecho sufrir tanto, pero tu madre y tus hermanas tenían razón, tenía miedo de que siguieras siendo el mismo —me toma el rostro, lo acaricia y posa sus labios sobre los míos.

Por supuesto que ahora sí no me contengo, mis manos la rodean para pegarla a mi pecho y me dejo llevar por lo delicioso de este dulce beso, ella manda cada una de mis terminaciones nerviosas, siento que ese fuego que estaba conteniendo ante aquella figura desconocida ahora se está propagando más allá de mi cuerpo.

—Eras tú… —le digo con voz ronca cuando ella me da una tregua y se separa a penas un poco.

—Sí… lo siento por tardarme tanto en decidirme.

—No lo sientas, mi madre me contó una historia de familia, donde la perla más preciosa es la más difícil de encontrar y obtener. Y tú eres mi perla, mi amor… mi Isabella.

—Me dijeron lo que hiciste con Norma, no creí que estuviera tan mal —me acaricia el rostro y cierro los ojos ante aquel contacto tan sublime de nuestras pieles.

—Ahora ya sabes que siempre has sido tú…

—Sí… ¿quieres que vayamos a un lugar más privado?

—Sí, déjame ver una reservación y hablamos aquí, es que no quiero romper la magia.

—Tu padre nos dejó una habitación, tengo la llave.

—Tú sólo indícame el camino y yo te llevaré, no quiero romper la magia.

Me levanto con ella como si fuera un koala, salimos de aquí directo al cuarto y luego de sus indicaciones, entramos a una hermosa suite. La bajo en la sala, porque antes de cualquier cosa, tengo que pedirle algo. Ella mira la vista que ofrece el lugar, se gira y me encuentra arrodillado frente a ella, le tomo una mano y me sonríe.

—Mi Isabella, te amo, eso ya lo sabes, no hay nada que no sepas de mí… por eso te pido que seas mi novia.

—Por supuesto que sí, mi Lorenzo.

Se oye tan hermoso mi nombre en sus labios, que no me aguanto más y me lanzo sobre ella para besarla sin límites. Me quito el saco del traje y ella me afloja la corbata, sin darnos cuenta terminamos en la habitación, el deseo nos tiene por completo invadidos y sé que no podemos continuar más allá si no hago algo aún más radical.

El pecho de Isabella sube y baja como si hubiese corrido, yo vuelvo a arrodillarme y esta vez su expresión es de sorpresa, saco un anillo de mi bolsillo, uno que llevo cargando semanas sólo por esperar el momento para pedírselo.

—Isabella, eres mi todo, la mujer que me inspira ser mejor y de quien quiero ocuparme cada día, despertar a tu lado, con quien quiero tener hijos, nietos, una muerte feliz y seguir amándonos en la eternidad —le tomo la mano derecha y la miro a los ojos—. ¿Quieres casarte conmigo?

—Lorenzo… hace veinte minutos acepté ser tu novia, ¿no crees que vamos muy rápido? Debemos conocernos mejor, asegurarnos de que es la decisión correcta.

—Yo no necesito conocerte más, ya sé de ti todo lo que debo saber.

—No te creo, a ver… ¿cuál es mi comida favorita? ¿Mi animal favorito? ¿Música? ¿Ciudad? ¿Color?

—Te gustan las pastas, pero prefieres los canelones con carne asada. Amas a los perros y los gatos, pero prefieres lo gatos; te gusta la música tranquila cuando quieres relajarte, el rock para estudiar y cualquiera para bailar; siempre quisiste ir a Cambridge para estudiar, pero en realidad quieres conocer Rapa Nui y tu color favorito es el azul.

—Pero no cualquier azul —me dice tirando de mí para que me ponga de pie—. Es el azul de tus ojos, ese que he amado desde pequeña.

—Esperaste tanto por mí… ahora entiendo que me mereciera esperar yo por ti —nos miramos con intensidad y luego ella me sonríe.

—Acepto —me dice sin titubeos, le coloco el anillo y luego nos miramos entendiendo lo que viene a continuación.

—Quiero hacerte el amor tal como me lo imaginé mientras bailabas —mi voz sale ronca y puedo verla estremecerse.

—Yo también quiero… pude… —baja la mirada sonrojada para ver sus manos—. Pude sentirte mientras estaba sobre ti.

—Yo sé que me sentiste, estaba a punto de explotar.

—Lorenzo, en verdad quiero, pero tengo miedo —me mira a los ojos y sé que no miente.

—¿De qué? ¿Tienes miedo de que te haga el amor y luego me desaparezca?

—No… es que yo nunca —se me cae la quijada y ella termina de decirme su verdad—. Yo soy virgen, Lorenzo… jamás he tenido un orgasmo siquiera…

Y ahora sé que me he sacado el premio gordo con mi chica, sonrío y la abrazo porque quiero que sepa cuánto la amo y que la protegeré incluso de mi propio deseo.

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