4° Te desconozco

Lianys

Durante todo el camino hacia mi nueva propiedad hubo silencio. Las respiraciones protagonizan la estancia mientras observo las calles alumbradas por los faros de luz. Miro mis piernas desnudas ya que me cambié de vestido, sugerido por mi cuñada Saskia para que así fuera más fácil para su hermano a la hora de quitarlo.

Si supiera que no va a pasar nada de nada.

Toco el anillo ubicado en mi dedo y suelto un sonoro suspiro. De reojo veo de vez en cuando a Kaem quien está totalmente concentrado en la carretera; sin embargo, paso saliva al ver algunos tatuajes saliendo de su brazo ya que arremangó la camisa. Mi libido comienza a subir en el transcurso en que mis ojos van recorriendo su cuerpo, algunos botones de su camisa están sueltos haciendo que pueda visualizar mejor parte de su torso.

— Si quieres me quito la camisa para que disfrutes mejor del panorama. — dice muy arrogante con una sonrisa ladeada.

— Ni siquiera te miraba. — ruedo los ojos.

— Ajá.

Conduce con una sonrisa en el rostro.

— ¿De qué tanto te ríes? — pregunto molesta.

— De que no sabes mentir. — posa su vista en mí — Nunca supiste hacerlo bien.

— Tú ni me conoces. — miro por la ventanilla con una sonrisa.

Se escucha el ronco sonido de su risa que brota desde su garganta. — Te conozco mejor que tú, eso te lo puedo asegurar. Pistacho.

— Como quisiera decir lo mismo de ti. Antes creía ver más allá de tu corazón pero ahora... te desconozco.

— El corazón de una bestia se va apagando cuando las heridas no logran sanar nunca. Eres muy ingenua para estar con alguien como yo, te puedo lastimar, Lianys. — confiesa y siento su mirada puesta en mí.

— Entonces si me puedes hacer daño, ¿Por qué te casaste conmigo? ¿Por qué no permitiste que me casara con el Sottocapo? — giro mi cara con la barbilla temblando — ¿Por qué?

— No lo sé. — susurra — No sé.

Me acomodo en el asiento y cruzo mis brazos. La conversación así como empezó, la misma murió. Agradezco a todos los Santos que llegaramos a la propiedad. Al estacionar no esperé que uno de los boyevik abriera mi puerta, arreglé mi vestido y subí los escalones para llegar a la puerta principal de la mansión. Esta misma se abrió mostrando a una mujer de tercera edad la cual me regala una ingenua y sincera sonrisa.

— Bienvenida Sra. Ivanova. — se hace a un lado para poder pasar.

— Ella es Jacinta, todo lo que vayas a necesitar se lo notificas a ella. — expresa Kaem a mi espalda.

— Buenas noches, señor. Ya la habitación está preparada.

— ¿Ah? — frunzo el ceño — ¿Y mi habitación?

Encaro al Boss el cual su mirada se ha vuelto totalmente fría y distante. Alzo el mentor a la espera de una respuesta, ni loca estaré en una misma habitación que él. Kaem posa su visión en la señora y le dice:

— Prepara otra recámara para la señora.

Esta asiente un poco dudosa pero acata inmediatamente. Dejo a mi marido atrás y recorro toda la mansión, me emociono al ver que hay un pequeño sauna, hay dos piscinas, una con techo y la otra al aire, la típica. Sonrío al ver el establo con varios caballos, por lo menos Kaem sigue teniendo ese gusto por ellos. Acaricio a uno que es el más dócil el cual me hace reir cuando relincha, desconecto completamente del mundo, olvido enteramente la nueva vida que tendré a partir de ahora. Muchas mujeres de la organización dieran todo lo que tiene solo por ser la esposa del Boss pero lo que jamás se les pasa por la cabeza es el peligro que corre detrás de ti, todas las amenazas caen sobre la mujer porque creen que somos una pieza importante para el cabecilla, que en este caso es el Boss.

A mi mente llega un vago recuerdo que me deja peor de lo que estoy.

— Y esta es la yegua que me regaló papá. — dijo un pequeño Kaem muy emocionado.

— ¿Cómo se llama? — pregunté acariciando su pelaje.

— Liv. — se expresó animado — Es un nombre vikingo.

— ¿Qué significa?

— Protección. Algún día te enseñaré a cabalgar en uno. — cogió mi mano y la besó — Es una promesa.

Recordar el pasado siempre me pone muy nostálgica porque ese Kaem al cual yo pensé conocer no es ni la sombra de lo que es ahora. Todo prometía ser distinto en un futuro, todo iba a ser diferente estando juntos, pero la realidad es otra.

Escucho unos pasos acercarse esfumando todos esos momentos vividos de mi mente. El Boss se detiene a una distancia moderada de mí sin pronunciar ni una sola palabra, reconozco que estar a solas con él me pone los nervios en punta pero no tengo escapatoria, no ahora. Prosigo haciéndole cariño al caballo y me hecho reír cuando su lengua lamió mi mejilla derecha.

— Le agradas.

— ¿Ah? — enarco una ceja.

— Este caballo es muy receloso, siempre ha sido así desde que lo conozco. — se acerca para hacerle cariño también — Lo iban a sacrificar por no ganar una carrera — niega con la cabeza —, era la primera que perdía y por un mínimo error, fue juzgado.

Nos quedamos en silencio.

— Y entonces lo recataste. — digo muy animada — Este caballo debe estar muy agradecido contigo.

— Quizás... pero me sorprende que se haya dado con alguien. — me cruzo de brazos — No lo tomes a mal, hermosa. Él solo se deja alimentar y cuidar es por mí y ahora tú aquí, se ha dejado mimar.

— Todo hielo llega a derretirse con el fuego correcto. — murmuro.

Él carraspea y vuelve a colocar la muralla entre nosotros. — Ya tu habitación está lista. Espero que descanses.

Intenta decir algo pero luego se retracta y se retira dejándome en el establo. Media hora después ingreso nuevamente a la mansión donde Doña Jacinta espera en el último peldaño de las escaleras, con un gesto subimos al ala este de la propiedad e indica que en el siguiente pasillo se halla mi alcoba.

— ¿Cuál es la habitación del señor?

— La habitación principal del ala oeste, mi señora. — asiento con una fingida sonrisa — Que pase una buena noche.

Entro a la inmensa recámara y caigo en absoluta soledad.

— No importa Lianys, tú siempre has estado sola. — me recuerdo en voz alta.

[...]

Desperté a eso de las seis de la mañana, recuerdo que deambulé por mi recámara hasta las cuatro de la madrugada y luego cerré mis ojos cayendo en un viaje hacia el pasado. Sobrepensar las cosas para mí está mal pero es algo que no puedo detener, siento como si mi subconsciente tuviera poder sobre mí, y eso me asusta bastante para ser sincera. Me relajé en el enorme jacuzzi con esencias de frutas tropicales, por unos minutos mi mente se dispersó y pude conseguir una breve paz; sin embargo, las tripas me comenzaron a rugir así que salí de allí, me puse un short corto color negro y un suéter lila, y como tenía mucho frío solo opté por colocarme calcetines.

Estoy también en mi mansión.

Para no perder la costumbre, le informé a Doña Jacinta que yo me encargaba de hacer el desayuno, por lo menos así puedo distraerme.

Conecté mi móvil a la bocina y adapté el sonido a todo volumen para escuchar y cantar a todo pulmón a Morat. Mientras preparaba unos huevos revueltos, en la tostadora se estaban haciendo los panes. En la nevera ya tenía una ensalada hecha de tomate, lechuga y cebolla para el Boss, a mí no me agrada el sabor de la cebolla. Por consiguiente, danzaba y cantaba Cuando nadie ve, con una sonrisa en el rostro iba haciendo todo lo que correspondía, inicié a preparar los panes con huevo revuelto, ensalada, jamón y queso, además, no podía faltar salsa de tomates y mayonesa.

Si mi padre me viera preparando esto diría que es una grosería lo que me voy a comer.

Sacudo la voz de Boris Lascater de mi mente y culmino el desayuno.

— Fingir que somos amigos y cuando no haya testigos, mi vida entera te daré... cuando nadie... — suelto el plato que sostenía en la mano al ver a Kaem apoyado del marco de la puerta con los brazos cruzados y esbozando una sonrisa ladeada.

Su cabello está húmedo, tal vez se acaba de dar una ducha. Lleva una camisa negra de manga larga con los tres primeros botones sueltos, sus ojos azulados esos que guardan tantas cosas, transmite algo que no logro descifrar. Un pequeño ardor en mi pierna me hace desviar la mirada hacia abajo donde tengo una cortada nada profunda que me hizo uno de los trozos rotos del plato. El Boss enseguida se acerca a mi dirección, se agacha y recoge cada uno de los trozos de vidrio colocándolo en la palma de su gran mano; cabe destacar, que al terminar él subió la cabeza para mirarme con suma preocupación. Se levantó y botó lo que contenía su mano.

— ¿Estás bien? — ahuecó mi mejilla con una de sus manos.

— Sss... si. — carraspear — No te preocupes, solo fue una cortadita. Coge tu desayuno mientras me limpio la pierna.

Abro el grifo del agua y lavo mis manos, me seco con unos de los paños de la cocina para después subir a la habitación y curarme la herida.

Minutos más tarde, me siento en el otro lado de la mesa para desayunar. Quedando ambos de polo a polo, comenzamos a comer sin decir una sola palabra, agarré mi celular para ver una de mis series turcas. Mediante qué desayunaba me iba metiendo a profundidad en la trama de la serie, las declaraciones de amor que demuestran estos hombres me hacen creer en el amor pero poso mi vista en Kaem y todo se me pasó.

— ¿Pasaste buena noche?

— Mmm. — hago click en la pantalla del teléfono para poder escuchar lo que él preguntaba — ¿Qué dijiste?

— ¿Cómo pasaste la noche? — pregunta y le da un mordisco al pan.

— Excelente — miento —. Dormí lo necesario.

Asiente.

Su móvil empieza a sonar, ve el nombre del propietario del número y posteriormente me ve con cierta tensión. Hago lo posible para no fruncir el ceño ni hacer cualquier otro gesto que delate que quiero saber quien lo ha estado llamando. Pero se supone que las cosas que él haga o diga no me deben importar en lo absoluto, por tanto, continúo comiendo y viendo la serie.

— Dime. — responde secamente.

Se queda callado mientras oye lo que la persona de la otra línea le informa. Kaem gira los ojos y suelta un gran suspiro.

— Muy bien, ahí estaré. — esconde una sonrisa — E Igor, no quiero sorpresas.

Cuelga. Se levanta de la silla y dice:

— No me esperes durante lo que queda del día, estaré ocupado. — vocifera sin importancia — Cualquier cosa que necesites mis hombres estarán a tu disposición.

Se retira del comedor distraído con su celular, escucho minutos después la puerta principal de la mansión cerrarse y boto el aire. No pretendía que pasaramos el día como marido y mujer pero se supone que por las reglas de la Bratva, a los novios se le dan cinco días para que puedan disfrutar de la "luna de miel" cosa que no tenemos nosotros pero que los demás no deben saber ¿y qué hace él? Irse al siguiente día a quien sabe para donde, como si ayer no hubiera pasado nada.

Me recuesto de la silla y cruzo mis brazos un tanto enfurecida conmigo misma por dejar que sus actos me afecten ¡Pero vamos! Es Kaem Ivanov, el hombre que hace, dice y piensa lo que se le venga en gana. No sé porque todavía sigo pensando que lo conozco cuando no es así, estoy mal.

Doña Jacinta entra al comedor para retirar los platos y en realidad, ya perdí hasta el apetito.

— Jacinta.

— Dígame señora.

— Primero que nada no me diga señora, me hace sentir mayor y apenas voy a cumplir diecinueve años. — rio — ¿Le puedo hacer una pregunta?

— Por supuesto seño.... Lianys. — rectifica.

Formulo bien mis palabras para que no mal piensen.

— ¿Usted ha visto a Kaem involucrándose con otras mujeres?

— No creo que sea yo la indicada para darle esa información.

— Por favor. — le hago un puchero.

Ella mira hacia la puerta por donde salió el Boss para ver si realmente ha salido de la propiedad. — Mi niña, el joven Kaem para esta casa nunca ha traído una mujer a excepción de sus hermanas y madre. La que más seguido se queda aquí es la niña Sasha pero de en resto casi ni se la pasa aquí.

— Gracias.

— A su orden. — coge los platos y se va a la cocina.

Termino de ver el capítulo de Hercai y subo a mi alcoba para ponerme un bikini. Por el frío que tengo es más factible ir a la piscina techada y eso mismo hago, recojo mi cabello rizado en una coleta alta y bajo los escalones de la alberca.

Comienzo a nadar y a practicar los métodos que aprendí cuando estaba en natación. Hago unos cuantos largos, duro aproximadamente una hora en eso hasta que me canso y me siento en las escaleras de la piscina. A parte de que siempre me he sentido sola, esta mansión es pura soledad, los colores son sombríos, no hay ni una sola fotografía en las paredes o en los estantes. Los muebles son negros, realmente todo es negro, un poco de blanco y gris; esto me hace sentir como en España pero con más seguridad de la que tenía allá.

El día pasó demasiado rápido el cual aproveché para dormir, comer, recorrer lo que me faltaba de la mansión. Acariciar un rato a los caballos, volver a nadar. Leí y no saben cuanto agradezco que haya una biblioteca aquí. Actualmente son las nueve y cuarto de la noche y no puedo ni pegar ni un solo ojos.

Mi celular inicia a sonar con el tono que le puso Saskia para saber que era ella. Me alegro al saber que es mi mejor amiga y enseguida contesto.

— ¿Cómo pasó la noche de bodas mi cuñada? — pregunta de manera golosa.

— Nada de nada, amiga.

— ¿No follaste con mi hermano? — dice incrédula — De Kaem se puede esperar lo que sea pero me imaginé que era un Dios del Olimpo ya que varias mujeres se quieren acostar con él.

Suspiro.

— ¿Dónde está él?

— Ni idea, se fue desde la mañana y me dijo que no lo esperara. — me expreso con un sabor amargo en la boca.

— Definitivamente es un capullo — concuerdo con ella —. ¿Sabes qué? No te des mala vida, arreglate y ponte lo más perra posible que hoy se mata.

— ¿Ah?

— Tenías cinco años que no venías a Rusia, por lo tanto, no conoces los mejores Club de Moscú. — vocifera entusiasmada — Hay una discoteca latina que es el bum ahorita. Así que hoy vamos a beber hasta perder la conciencia.

Me lo pienso por un momento y recuerdo la ida que me iba de juerga con mis amigas en Madrid y me divertía a morir.

— ¿A qué hora estarás aquí?

— Estoy cerca, bombón. Recordemos los viejos tiempos.

Me levanto de la cama y reviso mi guardarropa. Mis ojos se agrandan al ver un closet completamente con cosas nuevas y con mis tallas exactas, no me ducho ya que antes de que Saskia llamara tenía cinco minutos de haber salido del baño.

Cojo un vestido corto color blanco que tiene un cruce en la parte de mi busto dejando mi abdomen plano descubierto y continua ceñida a mis curvas hasta mis muslos. Un maquillaje super sencillo pero quise que mis ojos ámbar resaltaran al igual que mis labios. Hidraté mis rizos con crema para peinar produciendo que mi melena fuera más manejable y brillosa.

Agarré un bolso de mano e introduje mi celular, metí el pintalabios, tarjeta de créditos. Me eché perfume y me coloqué algunos accesorios. Al verme en el espejo me sentí satisfecha.

Él quiso que lo esperara todo el día, ahora que el Boss me espere toda la noche.

Llegó un mensaje de Saskia avisando que me estaba esperando. Apagué la luz de la habitación y salí de ahí. Al abrir la puerta principal mi amiga me esperaba detrás del volante de su Bugatti azul eléctrico con una sonrisa de oreja a oreja. Me subí como copiloto y nos besamos las mejillas.

— ¡Que perra te ves! Me encanta. — chilló.

— Como los viejos tiempos. — sonreí — ¿No tendremos seguridad?

— Lukas Bykov, espera afuera en otro coche. — sube y baja las cejas.

Me carcajeo junto a ella. — Saskia estas jugando con fuego al estar con el hijo de Raúl.

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