Finjo que no quiero quitarle la cabeza a esa mujer y que quiero ver su sangre en mis manos. El Boss se acerca unos centímetros más a mí y estampa sus labios sobre los míos con hambre, su mano se instala en mi pierna y adentra su mano dentro del vestido tocando con descaro mi braga.
Me separo de él viendo hacia los lados, sobresaltada de que alguien nos pueda estar viendo.
— Kaem ¿Qué estás haciendo?
— Jugando. — se encoge de hombros — Estoy muy aburrido.
— Pues juega a otra cosa. — susurro para aguantar un gemido cuando adentra un dedo en mi cavidad.
— ¿Por qué? Al parecer te estás divirtiendo. — saca una sonrisa ladeada.
— No...
Me muerdo los labios cuando introduce otro. Agradezco al cielo y a todos los santos que el mantel es largo y dificulta que otros puedan observar con facilidad. Me agarro de los bordes de la silla resistiendo las ganas de gemir y gritar como una perra en celo. No es fácil cuando tienes a más de quinientas personas a tu alrededor, y mucho menos cuando la pre