Lianys
Llego a la mansión alrededor de las siete de la noche, mi padre se ofreció a traerme y por supuesto no pasaría la oferta. Las luces de la sala están apagadas, no hay ni un solo ruido en la cocina, los soldados solo se hallan en la entrada de la propiedad, pero aquí adentro, no hay ni un alma. Dejo la carpeta en la mesa junto a un jarrón de rosas blancas. A medida que voy caminando mis zapatos van haciendo ecos en la estancia, ingreso en uno de los tantos pasillos y escucho sonidos provenientes de la piscina techada. Me encamino hacia allá con cautela y me encuentro con el Boss nadando de un lado hacia otro.
Sus bíceps se marcan más de la cuenta a medida que ejerce fuerza para nadar. Su espalda bien definida al igual que sus piernas, me recuesto del marco de la puerta mordiéndome un dedo absorta y embelesada por el cuerpo de mi marido.
Él levanta la cabeza jadeando, pasa sus manos por el cabello provocando que gotas caigan por todo su rostro. Fija su vista en mí y me sonríe con