Mundo ficciónIniciar sesiónTodavía tenía en la piel esa deliciosa sensación de victoria de la noche anterior. La imagen de Sofía, avergonzada, pareciendo un tomate, bajando la mirada y todos observándola como me observaron a mí en mi propia boda; miradas llenas de disgusto y discriminación. Mientras yo permanecía firme y seria, me arrancaba una sonrisa de satisfacción cada vez que recordaba ese momento. Por primera vez, no me había sentido pequeña, ni arrinconada, ni menos.
Había intentado jugar en su propio terreno, pero la vencí. Pero esa tan agradable sensación de satisfacción se esfumó tan pronto crucé el despacho de mi padre.El ambiente era muy distinto: cargado, como si se acumularan años de secretos. Era extraño; mi padre estaba sentado atrás del escritorio, con su espalda encorvada y sus manos llenas de anillos agarraban un sobre amarillo. El sello rojo con el emblema de los Montenegro me golpeó como una flecha.—¿Qué es eso? —pregunté, intentando sonar serena, pero ese sel






