Mundo ficciónIniciar sesiónTodavía no amanecía cuando escuché el golpe suave en la puerta.
No era un timbrazo.Tampoco una llamada urgente.Era un golpe calculado, discreto.Como si la persona del otro lado quisiera ser escuchada... pero no vista.Me levanté con el cuerpo todavía pesado por lo de anoche.La humillación de Alejandro seguía pegada a mi piel: su mirada, su negación, su deseo... y luego su voz fría y sin emoción.Yo soy su esposa.Pero siempre borra ese hecho cuando le conviene.Respiré hondo.Me puse una bata y bajé las escaleras, tratando de no hacer ruido para no despertar al personal.Una parte de mí esperaba que él estuviera abajo, mirándome arrepentido.Apreté la tarjeta entre mis dedos.Pero no.El vestíbulo estaba vacío y oscuro.Abrí la puerta.Y ahí estaba.Un ramo enorme.Demasiado grande para ser casual.Rosas blancas, frescas






