Mundo ficciónIniciar sesiónNo suelo temerle a los espejos, pero esa noche… vi a otra mujer.
Y quizás lo era.El vestido negro se pegaba a mi cuerpo: espalda descubierta, largo, tela que brillaba bajo aquella luz; una elegancia peligrosa que casi no había usado hasta que el apellido Montenegro comenzó a aplastarme.Y mis labios, rojos sangre.No vine a pedir respeto.Vine a obligarlos a dármelo.La gala era en el Salón Imperial del Mont Blanc, una fiesta cerrada para la élite; sonrisas falsas, palabras llenas de veneno. El apellido Montenegro patrocinaba media noche, así que mi presencia sería inevitablemente examinada, criticada, disecada.Perfecto.Quería que todos me vieran.A nivel interno todavía sentía el temblor: la carta, la acusación de Alejandro, la forma en que me tomó del brazo como si pudiera quebrarme, y su respiración que casi rozó mi boca antes de detenerse.Él había encendido y también roto algo en mí. Estaba segura.






