Luego de escuchar esas palabras, lo ignoré y volví la vista hacia los invitados. Era un ambiente nada familiar; nadie parecía realmente feliz, y no era de extrañarse: yo no era por asi decirlo un buen partido. Hace mucho ya no nos respetaban.
《¿Por qué Alejandro se casaba conmigo? ¿Simplemente quería burlarse de mí?》 Tras la ceremonia inicial, en la que firmamos los acuerdos matrimoniales, pasamos a la boda. Cuando todo estuvo listo, caminé hacia él y me coloqué justo frente a su imponente figura. Alejandro era más alto que yo, elegante y tan frío como siempre. Yo era unos siete centímetros más baja, pero igualmente alta y con presencia; radiante y bella, o al menos eso decían todos. Dijeron los votos: —¿Prometen amarse y respetarse siempre, hasta que la muerte los separe? —preguntó la voz solemne. —Sí —respondió Alejandro. Observé lo falso de su respuesta y me dio cierta gracia, porque yo también estaba lista para responder de la misma manera. 《Sin sentir nada》 —Y usted, señorita, ¿promete amarlo y respetarlo hasta su muerte? —Sí —respondí sin dudar. Tal vez esto funcionaría… o tal vez no. Solo el tiempo lo diría. Todos disfrutaban la fiesta: buena música, comida deliciosa… todo perfecto, aunque se notaba que a nadie le importaba realmente la boda. Alejandro estaba con unos amigos, seguramente charlando, y hasta con ellos seguía siendo el mismo: frío y distante. Qué raro eres, Alejandro. De pronto, noté que un grupo de tres mujeres se acercaba a él. Mi curiosidad se disparó y no pude evitar observarlas con atención. Se acomodaron a su lado, rozándolo con delicadeza, tomándolo del brazo mientras murmuraban palabras apenas audibles. —¡Malditas! ¿Qué les sucede? —pensé, irritada. Me enfadé al darme cuenta de que, para ellos, yo solo era una herramienta que confirmaba su matrimonio. Justo cuando iba a apartar la mirada, Alejandro las empujó bruscamente y les dijo que no lo tocaran, mostrando una hostilidad inesperada. Eso me dio un hilo de esperanza. Esperanza en qué… no estaba segura. Seguramente por eso se levantó y se sentó justo a mi lado. Lo observé con atención. Alejandro siempre hacía cosas imposibles de entender: rechazaba a las mujeres y luego actuaba así conmigo. ¿Me estaba respetando? Mientras lo estudiaba, noté que su mirada cambió. Ya no era sarcástica; incluso sonrió ligeramente, casi imperceptible. Miré a mi alrededor para ver a quién dirigía esa expresión, pero no vi a nadie. Volví a mirarlo y me estaba mirando a mí. —¿Que buscas? ¿Acaso eres mi guardaespaldas? —Cállate… solo estaba mirando alrededor. —No mientas. Dime qué quieres saber y te lo diré. —Mentiroso. —Exacto. No te habría dicho nada…me conoces muy bien. Sabes bien que somos una buena pareja, princesa. Eso último me sorprendió, aunque no le di señales de ello. Luego nos levantamos para saludar a los invitados, pero uno de ellos se acercó demasiado y derramó su vino “accidentalmente” sobre mi hermoso vestido blanco. Mi vestido, lleno de perlas de gran valor, quedó manchado por un líquido rojo que parecía sangre, escurriéndose como una herida abierta. Y, como era de esperarse, los murmullos estallaron: —¡Dios mío! ¡Parece sangre! —¡Eso no es buena señal! —Pobre muchacha… —Dicen que si la novia se mancha de rojo el día de su boda, el matrimonio está maldito desde el inicio. No podía creer lo que estaba pasando. Aún de pie, sentía las miradas de todos clavadas en mí, acompañadas de sus susurros. Levanté la cabeza lentamente y observé alrededor. Muchos fingían sonreír, otros se divertían, y algunos apartaban la mirada con incomodidad. Mis padres ni siquiera me miraban, como si no existiera, mientras el rumor de que “mi matrimonio estaba maldito” se esparcía como pólvora. En ese momento, devorada por aquellas miradas, sentí cómo la mancha roja sobre mi vestido parecía sangre. El calor me subió a la cara, mi corazón latía con fuerza y temía que lo escucharan. Este matrimonio no significaba nada, pero aun así todos me observaban. Todo parecía estar marcado por el destino desde antes. Luego de algunos segundos, finalmente me calmé, y me vino a la mente que quien había causado el accidente parecía sospechoso, como si alguien lo hubiera enviado o supiera exactamente lo que hacía. Intenté buscarlo entre la multitud, pero ya se había esfumado. Dude un poco mientas recorria el lugar con mis ojos ... Talves alguien no quiera que me case hoy... Pero quien?... Quien quisiera arruinar este día que ya estaba bastante maldito desde hace mucho.