La puerta de la oficina de Susana Corlys se cerró con un portazo que hizo temblar los cristales del edificio de la DIGE. Dentro, el aire era denso, cargado de rabia, alcohol barato y el olor metálico del miedo y la traición. Susana, con el cabello desgreñado, la mirada desencajada y la respiración agitada, agitaba una fotografía frente al rostro impasible de Gianni.
— ¡¡Mira!! ¡¡Míralo bien, hijo de puta!! — gritaba, su voz un chillido roto por la furia. La foto mostraba a un Gianni más joven, quizás catorce o quince años, uniformado de la DIGE, concentrado durante un ejercicio de tiro en el campo de entrenamiento.
Una imagen robada, íntima, de sus primeros días. Pero lo que heló la sangre de Gianni no fue la foto en sí, sino lo escrito con letra precisa y letal sobre su pecho en la imagen: "Saca al niño de este juego. No debe correr peligro."
Gianni frunció el ceño, un gesto mínimo que delataba el torbellino de su mente.
«¿Viktor? ¿Por qué?»
Las opciones giraban: ¿Quería el Pakhan te