El crujido de la puerta del vestuario anunció el regreso de Ivanka.
Vestía ropa cómoda pero elegante: pantalones oscuros, un suéter de cachemira beige que suavizaba su palidez, el cabello recogido en una cola baja que dejaba al descubierto la línea larga de su cuello.
El pequeño corte en su labio inferior, apenas una línea roja oscura ahora, era la única marca visible de su encuentro con el hielo... y con Yuri.
Sus ojos azules, sin embargo, escudriñaron a Gianni de inmediato.
Él estaba sentado en las gradas, aparentemente relajado, las piernas estiradas, los brazos cruzados sobre el pecho.
Pero ella conocía esa tensión apenas contenida en su mandíbula, la forma en que sus ojos verdes, aunque la miraran, parecían enfocados en algo más lejano y oscuro.
— ¿Estás bien? — preguntó, su voz suave pero cargada de sospecha. No se refería solo a lo físico.
Había sentido la electricidad violenta que emanaba de él antes, cuando Yuri la había humillado. Sabía que Gianni no era hombre de quedarse d