El día había comenzado con una lluvia tenue, de esas que empapan más el alma que la ropa. En el interior del spa, todo estaba cuidadosamente ordenado: los frascos alineados, las limas desinfectadas, los esmaltes brillando bajo la luz blanca. Aitana se encontraba de pie frente al espejo del fondo, ajustándose el delantal negro con el logo bordado de "Spa Luna", mientras intentaba controlar el temblor de sus manos.
La jornada avanzaba con la mecánica habitual de siempre: saludos amables, manos extendidas, uñas que volvían a la vida entre capas de color. Pero dentro de ella, algo latía, con urgencia. La necesidad de hablar. De decirlo. Dejar de cargarlo sola.Vero, su compañera de cabina, trabajaba concentrada en un set de uñas almendradas con glitter dorado. La música instrumental de fondo apenas alcanzaba a disimular el silencio tenso entre las dos. No había nada explícito, pero la se