CAPÍTULO 53. De la recuperación al alivio en medio del infierno
CAPÍTULO 53. De la recuperación al alivio en medio del infierno
El cuerpo de Maggie seguía entero… más o menos, y eso ya era algo.
Aunque, francamente, la cesárea no ayudaba mucho; se sentía como si le hubieran rebanado el abdomen con una cuchara oxidada y luego cosido con hilo de pescar. Todo ardía, tiraba, dolía. Y además estaba atrapada en lo que claramente era el consultorio clandestino de algún cartel con presupuesto limitado.
Aun así, cada mañana Maggie se obligaba a comer —si es que se le podía llamar “comer” a tragarse una sopa fría y un té que parecía haber sido colado con medias sucias—, se automedicaba con lo poco que le proveían en el consultorio (benditos fueran los analgésicos vencidos), y hacía ejercicios respiratorios como si el yoga la fuera a sacar de aquel infierno.
Sabía que tenía que sobrevivir. Y no por ella, que honestamente ya estaba medio convencida de que el universo la odiaba, sino por Joy.
Maggie confiaba —o tal vez se aferraba desesperadamente a la idea— de