CAPÍTULO 52. Del alivio a la soledad
CAPÍTULO 52. Del alivio a la soledad
El corazón de Jackson estaba a puto de estallar a cada segundo, como si fuera ese el que estaban operando. Tener entre sus manos los deditos de su hija era más doloroso y a la vez más esperanzador que cualquier otra cosa que hubiera vivido en sus treinta años; y cuando por fin uno de los médicos la declaró estable como para continuar con la cirugía, él sintió que había estado ahogándose todo ese tiempo.
Después de casi cuatro horas de cirugía, tres llamadas internas a Dios —quien por cierto no devolvió ninguna— y un par de sustos que habrían hecho desmayarse a una escultura de mármol, los médicos cerraron la diminuta herida en el pecho de Joy por donde habían pasado el catéter y dijeron las palabras mágicas:
—La operación fue un éxito.
Jackson no sabía si llorar o desmayarse, así que optó por quedarse de pie como un poste humano, respirando hondo y sin soltarle la manita a su hija.
Durante las siguientes setenta y dos horas no se movió del lado de J