Imran hizo con Jazmín lo que quiso. Y ella no pudo resistirse ante el fuego que ese hombre despertó en ella.
Las cosas no pasaron a mayores, el simplemente se mästurbö mientras comió de la suavidad de Jazmín.
Cuando estuvieron satisfechos él se levanta como puede, busca una toalla húmeda, limpia a Jazmín quien permanece avergonzada con una almohada en la cabeza.
—¿Te gustó?
—Piérdete.
—Auch, eso me dolió. ¿Me usas, disfrutas y me desechas?
—Déjame en paz. Yo no te pedí que hicieras algo como esto.
—Lo sé, yo quise hacerlo—la termina de limpiar y la cubre con la sábana, tira la toalla en una silla y se acomoda a su lado.
—¿Aun no te vas?
—No quiero dormir con Hana. Y esta lloviendo, tengo frío.
—Ella es tu esposa, no yo. Tu lo que estás es bien tomado y a penas pasa del medio día.
Imran no podía dejar de pensar en las palabras de Hana, que se repetían en su mente como un eco constante. Todo estaba siendo más confuso que nunca, y la tormenta de emociones lo arrastraba.
Cuando Jazmín lo