El ritmo empezó a suavizarse, pero la intensidad no. Emma descendió lentamente sobre él, sus pechos rozando su pecho mientras lo devoraba con la mirada. Sus labios hinchados, su respiración agitada y esa sonrisa satisfecha… era otra mujer. O quizás… por fin estaba revelando lo que siempre estuvo ahí, esperando a explotar.
—¿Y si seguimos en otro lado? —preguntó ella, deslizando los dedos por el abdomen de Damián con descaro—. No quiero arruinar mi sofá.
Él soltó una carcajada baja, completamente fascinado.
—Tú podrías destruir todo este apartamento y yo lo volvería a comprar de nuevo.
—Eso ya lo sabía —respondió, se levantó sin pudor y caminó desnuda hacia el pasillo, dándole la espalda—. ¿Vienes… o debo seguir sin ti?
Damián