La luz matinal se filtraba suavemente por las cortinas, acariciando la piel desnuda de Emma que apenas se movía entre las sábanas arrugadas. El aroma a café recién hecho flotaba en el aire, mezclado con el recuerdo aún vivo de la noche anterior. Su cuerpo estaba adolorido, pero no de una manera desagradable… cada músculo parecía recordar exactamente lo que Damián le había hecho sentir.

Abrió los ojos lentamente, esperando encontrarlo a su lado. Pero la cama estaba vacía. Se incorporó con una pequeña mueca y se estiró, sintiendo un leve ardor en las caderas y una sonrisa casi involuntaria escapando de sus labios.

—Definitivamente... no fue un sueño —murmuró, tocándose el cuello donde sabía que él la había marcado con su boca.

Se puso una bata ligera, la única que encontró cerca, y caminó