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11 - No todo lo que brilla es oro, pero sigue siendo hermoso

Me despertó la luz. Puntualmente la luz del monitor. Gabrio estaba frente a la computadora con los auriculares puestos. Eran las siete de la mañana y su costado de la cama estaba frío. ¿Había dormido algo? Imposible saberlo. El movimiento en la cama le llamó la atención, me miró y se sacó los auriculares. 

ㄧ ¿Hace mucho que estás despierto? ㄧ pregunté.

ㄧ No podía dormir. ㄧ Me dio como toda explicación.

Gabrio pasaba días enteros durmiendo en contrapartida a las maratónicas jornadas de vigilia. 

ㄧ Quizá no haya sido buena idea que me quedara… ㄧ Tanteé, pero él sacudió con la cabeza.

ㄧ Fue buena idea. ㄧ declaró y desconectó los auriculares de la computadora y me mostró lo que había estado haciendo. Tenía una base armada. En realidad era más de una. Había aprovechado la noche y había hecho tres bases musicales tan diferentes la una de la otra que parecían hechas por distintas personas. 

Mientras escuchábamos la música a un volumen no demasiado bajo, Enzo entró en la habitación, no tenía cara de dormido, sino de sorpresa.

ㄧ ¿Eso es tuyo? ㄧ Preguntó, refiriéndose a la música.

Gabrio asintió con la cabeza y Enzo se acercó al monitor a comprobar con sus propios ojos algo que yo no quería entender. Me escabullí para ir al baño y volver a ponerme mi ropa. ¿Por qué estaban todos despiertos tan temprano? No volví a la habitación, o mejor dicho, volví, pero ambos hermanos estaban concentrados con la música así que bajé las escaleras para buscar algo que desayunar.

Me sorprendió encontrarme una señora vestida con uniforme de empleada doméstica que preparaba comida en la mesada. Emilia también estaba ahí, estaban cuchicheando.

ㄧ Buen día. ㄧ saludé, recordando por primera vez mis modales.

ㄧ ¡Querida! ㄧ exclamó Emilia al verme y me abrazó. ㄧ Ella es el ángel. ㄧ Me presentó ante la empleada que se llamaba Hilda, que también me abrazó y besó ambas mejillas con efusión.

ㄧ Bendita seas. ㄧ Me dijo la señora y me besó las manos. ㄧ Un milagro. 

Ante mi cara de desconcierto Emilia me dijo que hacía años que Gabrio no hacía música y mucho menos que la hacía sonar en la casa. Sonreí, incómoda. Para mí nada tenía sentido y por un momento pensé que esa gente me endulzaba el oído para vender mis órganos. 

ㄧ Probablemente Gabrio tenga días de mucha energía. ㄧ Me explicó Emilia con los ojos preocupados. ㄧ Puede durar unas horas o un par de días, el problema es lo que viene después y para eso te necesito al pie del cañón. ¿Querés quedarte toda la semana?

Esa mujer estaba loca. Negué con la cabeza, incluso hasta cuando agregó por lo bajo que me pagaría las horas extras. 

ㄧ No puedo quedarme. ㄧ finalicé, bastante más seria que antes. 

Odio a los ricos que con su dinero…

Gabrio y Enzo entraron a la cocina hablando de algo muy compenetrados, en realidad Enzo hablaba y Gabrio escuchaba atento. Vi a Emilia sonreír por una décima de segundo y después volverse indiferente con su expresión. La que parecía muy feliz era Hilda, que sirvió el desayuno para todos nosotros con una enorme sonrisa en el rostro pero dedicando miradas especiales para mí. 

Me tomé mi desayuno en silencio, mirando en primera fila a Gabrio y a Enzo hablando de música. Enzo estaba entusiasmado y no lo podía disimular, en cambio Gabrio estaba indiferente. Esos hermanos no podían ser más diferentes…

Gabrio se armó la pipa de hierba en la mesa mientras escuchaba a Enzo, y como Emilia y yo ya habíamos terminado de comer me pidió que la acompañara que tenía que mostrarme algo. En realidad iba a pagarme y el enorme fajo de dinero hacía un bulto extraño en mi cartera. 

ㄧ Tengo un regalito. ㄧ Me dijo con una sonrisa pícara y me dio un sobre. Lo abrí frente a ella porque me lo indicó y adentro había una tarjeta, una giftcard por una suma estrafalaria en una marca de ropa conocidísima de la que nunca había podido tener nada. ㄧ Elegí algo lindo. ㄧ Me dijo con una sonrisa y se fue feliz. 

Me senté en los sillones grises a mirar la vegetación cuidada de la ventana. No estaba segura si sentirme asqueada por la situación o aprovechar cada oportunidad que se me daba. La parte más ética de mi cerebro decía que abandonara esa casa de locos, pero mi parte más racional me decía que yo no tenía la culpa de que esa gente, evidentemente aburrida de su dinero, lo malgastara conmigo.

Gabrio no tardó en aparecer, venía a decirme algo pero no lo dejé hablar.

ㄧ Tengo que volver a mi casa. ㄧ Le dije antes de que me propusiera cualquier disparate.

No disimuló su desilusión y se ofreció a llevarme. Acepté, no quería tomarme el bus. 

ㄧ ¿Por qué Enzo estaba tan entusiasmado con tu música? ㄧ Pregunté en el auto, camino a casa, fingiendo indiferencia.

ㄧ Él cree que tengo futuro. ㄧ Se quedó en silencio unos segundos antes de agregar la mejor parte. ㄧ Y también le vende las pistas a sus amigos que intentan ser músicos.

Claro, un negocio de niños ricos.

ㄧ ¿Volves esta noche? ㄧ Me preguntó después de quedarnos un buen rato en silencio.

ㄧ No, tengo que trabajar. ㄧ mentí, porque ahora él era mi trabajo. Pensé en dejarlo así y no decir más nada, pero su expresión me dio lástima, en realidad Gabrio era un buen chico… ㄧ Quedate cerca del teléfono, te voy a escribir. 

Asintió con la cabeza, un poco más entusiasmado que antes.

Me dejó en la esquina, como siempre y me apuré a separar el dinero que supuestamente debería haber cobrado por pasar la noche con mi niño nuevo y me guardé el resto en el brassier. 

Mi casa, como siempre, era un desastre. Carla gritaba y mi padrastro estaba borracho y en cuanto me vio entrar me pidió el dinero. Le di la mitad de lo que había separado y el resto lo puse en el lugar secreto que tenía con mi madre para guardar dinero.

Me cambié de ropa y volví a salir a hacer uso de mi giftcard. Viajé hasta el centro comercial que tenía esa marca y busqué sin ningún tipo de remordimientos, la cantidad de productos suficientes para usar todo lo que había en la tarjeta. 

Ropa nueva. ¿Hace cuánto que no tenía ropa nueva? ¡Realmente nueva! No usada por otro, regalada o comprada de segunda mano. Ropa de moda, de temporada, de tienda cara. Estaba feliz pero traté de no parecer tan entusiasmada, imité el rostro desinteresado de Emilia y me acerqué a pagar con la pila de ropa que había elegido. La cajera amablemente pasó la tarjeta y me sonrió. Le sonreí de vuelta y agregó, muy al pasar, que todavía me quedaba saldo en esa tarjeta.

ㄧ ¿Segura? ㄧ Pregunté y ella giró el visor para mostrarme que todavía había mucho dinero. ㄧ Ya vengo. ㄧ Le dije y elegí unas botas en mi talle, pero antes de llevarlas al mostrador me arrepentí, ¿cómo iba a explicar todas esas cosas nuevas en mi casa?

Le dije a la cajera que iba a dejar algunas cosas, que no podía llevarme todo hoy, y sólo me quedé con tres blusas y un vestido, cosas que fácilmente podría camuflar como regalo usado de mi nueva empleadora. Me despedí de los jeans que había elegido y pregunté si podía usar el resto del dinero otro día. 

ㄧ Cuando quieras, no se vence el crédito. ㄧ Me dijo. ㄧ Te recomiendo venir los jueves que hay ofertas pagando con giftcard.

Le agradecí el dato y me fui con la ropa en una sola bolsa… de la que me deshice en la primera vuelta de esquina y guardé las prendas en mi mochila después de cortarles las etiquetas. Nadie en casa podía sospechar que tenía ropa nueva.

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