Dormimos abrazados el resto de la noche, pegados como dos imanes, exhaustos y satisfechos. Y fui feliz.
Me despertaron sus besos en la espalda, me abrazaba como yo solía abrazar a Charmander y besarlo cuando creía que Gabrio no me veía. Me giré para besarlo también, loca de amor por él.
Realmente deseaba quedarme toda la mañana acostada con él, pero me estaba muriendo de hambre y mi estómago no pensaba dejar de rugir. Gabrio me obligó a bajar a desayunar y me alegré de que él también quisiera bajar.
Abajo, Enzo hablaba por teléfono en la sala de estar, pero al vernos bajar cortó la llamada velozmente y corrió hacia nosotros con una indisimulable sonrisa.