10 - Harto

Nos quedamos bastante rato volviendo a armar la nave destruida. Eran muchas piezas y el manual estaba arrugado, sumado a la escasa luz que Gabrio toleraba en su habitación. 

Sabía que esos juguetes para armar costaban fortunas, nunca había tenido uno pero conocía los precios, y el que armábamos ahora tenía muchísimas piezas diminutas que recreaban una nave de la guerra de las galaxias del tamaño de una pelota de fútbol. 

Gabrio intentó contarme la historia de la guerra de las galaxias… sinceramente no entendí nada, pero me gustaba escucharlo hablar apasionado por algo, distraído de su dolor, lejos de la pipa, concentrado en encastrar esas piecitas diminutas tal y como indicaba el manual… y en eso estábamos cuando Emilia golpeó la puerta y nos trajo la cena.

ㄧ Creí que íbamos a bajar… ㄧ murmuré apenada por no haber ayudado en nada.

ㄧ No quiero bajar. ㄧ Me dijo Gabrio, le quitó la bandeja de las manos a su madre y ella se fue sin decir nada pero sacudiendo la cabeza en una negativa decepcionada.

Emilia nos había traído sandwiches. Me encantan los sandwiches. Estos eran de queso azul y pavo, con lechuga y tomate. Estaban deliciosos.

ㄧ Son mis favoritos. ㄧ dijo Gabrio después de tragar un bocado.

Había comido y me sentí feliz, pero era mejor no decirle nada, para no presionar.

ㄧ Nunca había comido queso azul. ㄧ reconocí. ㄧ Pero me gusta.

Seguimos armando esa nave del demonio. Me quemé las pestañas tratando de adivinar qué piezas eran las que el manual indicaba que había que acoplar y cuales había que encastrar… pero mientras armabamos Gabrio comía, indiferente, concentrado en las instrucciones y en contarme la historia de la guerra de las galaxias.  

Por primera vez lo sentí atractivo.

No es que Gabrio fuera feo, no. Pero por primera vez parecía un chico normal, sin drogas, alimentándose, sin quejarse del dolor… No se lo dije, pero quizá debería habérselo dicho en ese mismo momento: “Gabrio, eres muy lindo”. Pero no lo hice.

Terminamos la nave cuando ya era tarde, la bandeja estaba vacía y me ofrecí a bajarla, pero Gabrio me lo impidió. Creo que tenía miedo de que viera a los amigos de su hermano y me quedara con ellos. 

ㄧ Yo la bajo. ㄧ Dijo, y me sorprendió.

Acepté su ofrecimiento y disfruté la soledad. Me acosté en la alfombra a esperarlo volver y no tardó casi nada, volvía con chocolates caros en los bolsillos, que me convidó dosificadamente como quien alimenta a un animal en el zoológico.

ㄧ Voy a engordar. ㄧ Advertí mientras Gabrio abría el segundo paquete.

ㄧ Engordemos juntos. ㄧ respondió, y me dio la mitad de su chocolate.

Me gustó su respuesta, pero no se lo dije. De cierta manera implicaba que no iba a dejar de comer.

Bostecé. Estaba cansada. Gabrio me miró como si fuera la primera vez.

ㄧ Estoy cansada. ㄧ Le dije.

ㄧ Pero vamos a ir a nadar. ㄧ Era como un niño pequeño que no olvida ninguna promesa.

ㄧ No tengo traje de baño. ㄧ repliqué, me sentí victoriosa… por poco tiempo.

ㄧ Creí que te quedabas por la piscina… ㄧ sonaba confundido. ㄧ Podrías ponerte una camiseta mía.

Se levantó y buscó entre su ropa una camiseta que sin dudas hasta a él le quedaba grande. Era negra, por suerte, y me la dio para que me la pusiera. 

Fui al baño. Todo estaba oscuro y apagado en la casa. Aproveché mi estadía en el baño para hacer mis cosas aparte de desvestirme y ponerme aquella camiseta… que me llegaba apenas más arriba de las rodillas.

Gabrio me esperaba en la puerta de la habitación, tenía dos toallas en la mano y estaba ansioso. Bajamos las escaleras a oscuras y salimos al patio. La noche estaba fresca y dudé.

ㄧ Es climatizada. ㄧ Me dijo y se metió en el agua.

Lo imité, estaba fría para mí, pero era tolerable después de unos minutos. 

Gabrio parecía feliz. Nadó de punta a punta varias veces, disfrutando del agua. La noche estaba despejada, brillaba la luna y varias estrellas, todo estaba perfumado por las flores de verano y por un momento creí que yo pertenecía ahí y no a mi horrible casa llena de humedad.

Gabrio emergió de la profundidad del agua a mi lado y se hizo el pelo hacia atrás. El septum de su nariz brillaba con las luces de la piscina y su ojo derecho se veía bastante cerrado. Le sonreí.

ㄧ Gracias por quedarte. ㄧ dijo en voz baja.

ㄧ Gracias por invitarme.

Me tocó la comisura de los labios, por un momento creí que…

ㄧ Tenés frío, salgamos. ㄧ indicó... tenía la boca morada y estaba tiritando.

Salimos del agua y nos envolvimos en las toallas gruesas. 

ㄧ Cuando no esté tu hermano tenemos que venir de día. ㄧ Le dije, pero Gabrio no pareció muy convencido. ㄧ Podrías ponerte lentes de sol y una gorra si te molesta la luz. ㄧ agregué con inocencia.

ㄧ Está bien, en cuanto Enzo no esté venimos nosotros.ㄧ y sus palabras me hicieron pensar que él creía en que yo iba a vivir ahí para siempre.

Subimos a su habitación otra vez y me prestó otra de sus remeras para que durmiera. Me duché y me cambié en el cuarto de baño y respiré profundo muchas veces antes de salir de ahí. Gabrio jamás había intentado nada conmigo, así que no tenía nada que temer, pero igual estaba nerviosa.

Él me esperaba fumando en la ventana, pero en cuanto entré vació el contenido de la pipa en el cenicero. Él también parecía nervioso. Sobre la cama estaba Charmander, que olía a detergente para ropa, y lo abracé rápidamente en cuanto me metí a la cama.

Me dijo que volvía pronto y salió de la habitación con el cenicero en la mano. Pensé que seguramente recordaba que le había dicho que no podía dormir con olor a ceniza de hierba y por eso se las había llevado. Me reí de lo dócil que era conmigo mientras pataleaba feliz en las sábanas limpias abrazada al fragante Charmander. 

Gabrio volvió después de un rato, también se había duchado -dos veces en el día después de quién sabe cuánto tiempo sin levantarse de la cama- traía el cenicero vacío en una mano y un cepillo de cabello en la otra. Dejó el cenicero en el escritorio y se cepilló rápidamente el pelo para desenredarlo. Le pedí que me lo prestara para desenredarme el pelo y estuvo a punto de dármelo, pero se arrepintió.

ㄧ ¿Puedo peinarte? ㄧ preguntó tímidamente.

No me esperaba esa propuesta. Gabrio era un chico raro.

Asentí algo perturbada y se sentó en la cama para que me ubicara entre sus piernas y me peinó. Lo hacía con cuidado, era suave y delicado, y se me cruzó por la cabeza que quizá a Gabrio no le gustaban las chicas… y por algún extraño motivo eso tuvo mucho sentido en mi cabeza, y me relajé.

Me peinó hasta desenredarme completamente el pelo y dejó el cepillo sobre la mesa de luz. Me sentí en una pijamada.

Nos acostamos y la oscuridad nos envolvió. Ya no tenía miedo de Gabrio… bueno, no es que hubiera tenido miedo antes, pero ahora me sentía cómoda con él en la misma cama.

ㄧ Buenas noches, Charmander. ㄧ dije, reprimiendo un bostezo.

Y me dormí.

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