El aire en la oficina de Hywell se había vuelto denso, casi irrespirable, cargado con el veneno de sus palabras.
"Tú siempre serás mía", había susurrado, y la posesión en su voz era un eco de las peores pesadillas de Jade. Liam, conmocionado, apenas procesaba las atroces revelaciones de lo que, para él, solo era su linda Jade. El silencio que siguió, pesado y opresivo, fue roto solo por el tenue zumbido del aire acondicionado.
Jade sentía las miradas de ambos hombres sobre ella, una mezcla de triunfo oscuro de Hywell y la devastación de Liam después de conocer sus asesinatos. Su mente, aun procesando la crudeza con la que Hywell había desnudado su alma, solo deseaba escapar tan pronto como fuese posible.
—Vámonos, Liam —murmuró, su voz apenas un hilo, casi imperceptible. No podía soportar un segundo más de la presencia de Hywell, de sus ojos juzgando, de sus palabras penetrando.
Hywell soltó una risa baja y complacida.
—Váyanse, sí. Huyan como cobardes. Es lo que mejor sabes hacer, ¿n