La palabra "divorcio" resonó en la habitación del hospital como una bomba que detonó en el silencio. El rostro de Hywell se contorsionó, la máscara de frialdad se desmoronó para revelar una furia animal que lo hizo parecer irreconocible. La ira, mezclada con una incredulidad palpable, se apoderó de él.
—¿Divorcio? —escupió Hywell, dando un paso amenazante hacia la cama de Jade. Sus ojos ardían como si fuese Hades—. ¿Crees que puedes llegar aquí, casi muerta por tu propia estupidez, y exigirme algo así? ¡Estás delirando, mujer!
Jade, a pesar del dolor que la atravesaba, se mantuvo firme, su mirada fija en la suya y con la determinación que le faltó antes.
—No deliro —escupió de regreso, determinada y firme—. Lo quiero, ahora. No voy a seguir siendo tu prisionera.
—¿Prisionera? —Hywell soltó una risa hueca, llena de desprecio—. ¡Yo te di todo! ¡Te saqué de la miseria! ¡Te di un apellido, un estatus! ¡Esto no es una prisión, es la vida que te salvé!
—¡Me salvaste para matarme! —Jade elev