La palabra "divorcio" aún vibraba en el aire, pero la réplica de Hywell la había ahogado con una propuesta tan vil que superaba cualquier horror previo o conocido de su parte.
La vida de Nick a cambio de su libertad.
Una elección sacrílega.
Jade, tendida en la cama del hospital, sintió que su cuerpo, frágil por la herida, era sacudido por una histeria incontrolable. Sus pulmones ardían mientras intentaba gritar, pero solo un sonido ahogado, un gemido de pura agonía y revulsión, escapó de su garganta. Sus manos, vendadas y temblorosas, se aferraron a las sábanas, intentando encontrar un anclaje en un mundo que se había vuelto un infierno y del que no podía escapar.
—¡Estás demente! —logró balbucear Jade, las lágrimas brotando a borbotones, no por el dolor físico, sino por la obscenidad de la proposición—. ¡No puedes pedirme algo así! ¡Es repugnante! Es Nick, mi Nick.
Hywell, impasible se cruzó de brazos, sus ojos oscuros fijos en ella, analizando cada fibra de su dolor.
Su calma era má