La vida de Jade se aferraba a un hilo; un hilo de sangre y de rencor que comenzaba a tejer un arma dentro de ella.
El pacto de Hywell, sellado en la desesperación de Nick, se cumplió. Horas más tarde, la sangre de Hywell fluía por las venas de Jade en la sala de operaciones del hospital. La cirugía fue larga y tensa, pero finalmente, el cirujano salió con una noticia cautelosa: Jade viviría, lo que hizo que Nick se alegrara.
La noticia llegó a Nick y Robert como un rayo de sol que apenas disipaba las sombras. El alivio fue inmenso, pero efímero. Ambos sabían el precio. Hywell había dictado sus términos con una frialdad implacable, y la vida de Jade dependía de su cumplimiento.
Antes de alejarse de su lado, Robert hizo una parada en una floristería cercana al hospital. Con el alma aún revuelta, le preguntó a Nick cuáles eran las flores favoritas de Jade.
Nick, con la mirada perdida y el cuerpo aún tembloroso por la adrenalina y el miedo, murmuró el nombre de unas orquídeas blancas con