El eco de sus gemidos aún vibraba en el pequeño baño mientras la urgencia del momento comenzaba a ceder, reemplazada por una electricidad diferente, más íntima y cargada de una complicidad peligrosa después de una corta jornada acalorada.
Jade yacía ligeramente recostada contra el lavamanos, sus ojos oscuros aún dilatados por la pasión y su respiración agitada. Blackwood, aún muy cerca, la observaba con una sonrisa lenta y profundamente satisfecha, sus dedos rozando su piel desnuda, como si no pudiera, o no quisiera, dejar de tocarla.
—Dios, Jade —susurró él, su voz ronca de deseo cumplido, con un matiz de asombro. Sus pulgares acariciaban suavemente las caderas de ella, haciendo que la piel de Jade se erizara una vez más, un escalofrío de puro placer que no se había disipado—. No tenías idea de cuánto deseaba hacer eso contigo. Desde la primera vez que te vi... supe en esa mirada, en esa chispa en tus ojos, que serías mía. Sabía que había algo más bajo la superficie.
Jade sintió un c