El frío acero de la tubería bajo sus dedos trajo a Nick Lockett de vuelta al presente, pero su mente aún vagaba en los ecos de la voz de Elara, su bellisima esposa. La promesa que le había hecho pesaba sobre él, impulsándolo a proteger a Jade con una ferocidad nacida de la culpa y el afecto que creyó que nunca más sentiría. Y era precisamente esa imagen de Jade la que lo transportaba a otra noche, mucho más brillante y llena de promesas.
La ostentosa fiesta de la petrolera de Hywell rebosaba de riqueza y ostentación. Jade Wisker, incómoda en un vestido caro que sentía como una prisión de seda, intentaba pasar desapercibida entre la multitud de rostros sonrientes y conversaciones superficiales. Había acompañado a su padre, sintiéndose como un peón en un juego de ajedrez corporativo.
Fue entonces cuando sus ojos se cruzaron con los de un hombre que estaba discretamente apartado, observando el bullicio con una expresión que parecía una mezcla de escepticismo y cansancio. Era Nick. No lle