La tenue luz de la lámpara de noche bañaba la habitación de Lucy con un resplandor ámbar. Jade, sentada al borde de la pequeña cama, terminaba de contar el cuento favorito de su hija.
Su voz era un arrullo suave, tejiendo palabras de dragones valientes y princesas curiosas. Lucy, con sus ojos verdes brillantes y su cabello negro extendido sobre la almohada, escuchaba con la misma devoción que ponía en recoger flores silvestres.
Al llegar al "y vivieron felices para siempre", Jade cerró el libro con una sonrisa y suspiró por lo bonita que era, aunque la leía todas las noches sin falta. Le gustaba, pero a su hija más.
—Y así fue como el dragón encontró su verdadero hogar —dijo Jade, inclinándose para darle un tierno beso en la frente a Lucy.
Lucy se acurrucó más bajo las sábanas, su voz era un murmullo soñoliento pero lleno de curiosidad infantil.
—Mami… ¿ese señor de la cafetería era amigo tuyo?
Jade acarició el cabello de su hija, el tacto suave y familiar.
—Sí, mi amor. Es un amigo m