La majestuosa iglesia estaba llena de murmullos de expectación. Flores frescas adornaban los bancos, y una suave luz se filtraba por las vidrieras, pintando el altar con colores vibrantes.
Hywell Phoenix estaba de pie, impecable en su traje, con una sonrisa contenida en sus labios. Miraba la entrada, el corazón lleno de anticipación. Esa sería su onceava boda con Jade, y aunque habían intercambiado votos en diez culturas diferentes, esa se sentía la más significativa, la más real, la culminación de un año de transformaciones y amor inquebrantable.
Los minutos pasaron. La música se había silenciado. Los invitados estaban sentados, con miradas expectantes que empezaban a tornarse curiosas. Hywell, que siempre controlaba cada aspecto de su vida, comenzó a sentir una inquietud.
Consultó su reloj. El tiempo se estiraba, pesado. Jade debería haber llegado hace cinco minutos.
Diez.
Quince.
Su sonrisa se desvaneció, reemplazada por una creciente desesperación. La ansiedad, un viejo conocido q