La reunión fue eterna y aburrida para la joven que no podía dejar de mirar a la rubia que intervenía de vez en cuando y mantenía a todos tensos en la sala con sus preguntas directas y llenas de sarcasmo, sobre todo a Kian que contenía su furia. Mientras que Jeray parecía divertirle y le sonreía cada que tenía oportunidad.
Avery estaba segura que allí mismo iba a reventar. Sentía el cuerpo acalorado, pero no precisamente de placer. Se sentía tan molesta y lo reflejaba en su ceño fruncido y el color rojizo de sus mejillas.
—¿Quién eres tú para venir a sermonearme? ¿De dónde diablos sacaste a esta mujer tan altanera y grosera, Jeray? —inquirió uno de los inversionistas.
Jeray iba a responderle, pero la mencionada, con una sonrisa retorcida y una mirada desdeñosa, se giró hacia el hombre y habló con total sequedad.
—Soy una de las principales inversionistas, pero eso lo sabrías si dejaras de lado tu diminuto ego y te tomaras el tiempo de leer los nombres en la lista.
—No me jodas, mocosa