Máximo Rossi, es un apuesto y exitoso diseñador de modas, atrapado en una relación cómoda pero monótona con Delfina, su esposa, cuyo mayor anhelo es formar una familia. Sin embargo, un encuentro fortuito durante una fiesta en un yate con Irene, una dedicada enfermera, y la hermana menor de la novia de su hermano, enciende en él una chispa de deseo que pronto evoluciona hacia algo más profundo. A pesar de sus intentos de resistir, el vínculo entre ellos se intensifica cuando Irene es contratada como su enfermera después de un accidente. Ambos luchan contra la creciente atracción, pero su cercanía y momentos íntimos generan un torbellino emocional que amenaza con romper la fachada de sus vidas. ¿Será este amor prohibido una liberación o la causa de su destrucción? La tensión y el deseo marcan el camino de Máximo e Irene en una historia donde los límites entre lo correcto y lo inevitable se difuminan cada vez más.
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Esta es mi historia, una historia de mentiras donde todo siempre fue verdadero, menos las palabras, y por contradictorio que parezca, para mí las palabras sobraron siempre, las miradas contaban historias completas.
Salí a tomar el aire de la noche, la cubierta estaba sola, todos estaban adentro disfrutando de la melodiosa voz de una cantante de R&B famosa; no podía presenciar su espectáculo, salí con sigilo y me dejé hipnotizar por el negro que cubría el mar aun bajo la luna llena, a lo lejos donde ni mi vista ni las espectaculares luces del yate alcanzaban. Era un cielo estrellado, y aunque se celebraba una fiesta, curiosamente reinaba el silencio. Me encontraba disfrutando del olor del mar oscuro y la vista a ratos aterradora del mar nocturno cuando ella apareció, no era un rostro desconocido.
Caminó con torpeza levantando el sensual, pero barato vestido azul rey que llevaba, demasiado escotado, demasiado ceñido para alguien de cuerpo voluptuoso, su cabello también fue barato intento de lucir elegante, suelto y ondulando a fuerza, pero se veía hermosa, la miré mientras se acercaba con pasos torpes, miraba fijamente el suelo para no tropezar entre sus tacones y el vestido, por lo que se tropezó conmigo, sonreí con malicia.
—¿Perdida?
Dio un respingo y abrió los ojos sobre mí con un gesto de sorpresa, palideció al instante.
—Lo siento, no. Solo quería salir de ese lugar tan pretencioso—dijo soltando un suspiro de alivio. Hizo un mohín y sacudió la cabeza.
Soltó su vestido y dejó caer sus brazos en señal de resignación, se llevó las manos a la cadera y me miró a los ojos con un gesto amable y casi infantil, como quien es descubierto escapando de su obligación. Tuve que pestañear varias veces para salir de concentración en la que sus gestos me sumieron.
—Coincido en que es pretencioso—admití. Ella abrió mucho los ojos, palideció.
—Lo siento, ¿Eres el dueño de la fiesta?—preguntó avergonzada.
—No.
—¡Qué alivio!—sonrió.
—Soy el agasajado—dije dedicándole una media sonrisa, me divirtió su despiste.
—¡Oh! Eres el hermano de Camilo, eres Máximo Rossi—dijo y se llevó las manos a la boca sorprendida. Reí ante su gesto.
—Sí, tú eres la hermana de la novia de mi hermanito Camilo ¿No?
—Lo siento, creo que si nos habían presentado—dijo mientras sus mejillas se ruborizaban y torcía la boca en una mueca ladeada.
—En casa con ropa más informal—recordé.
—No pretendía huir de tu fiesta—dijo con tono seguro sosteniéndome la mirada con una media sonrisa en sus labios.
—Tranquila, yo estoy huyendo de mi fiesta—reí.
—Es impresionante que te agasajen así, muy lindo gesto—dijo con expresión tonta, típico de quien no sabe qué decir.
—Son pretenciosos, inútil el evento y han traído a una cantante que se negó a usar uno de mis diseños en una gala diciendo que mi casa de moda usaba piel de animales en extinción, en el momento que la presentaron salí del salón, será noticia mañana, no dejarán de notarlo.
—¿Aurora? Me cae mal, a ella no la soporto, siempre aboga supuestamente por causas que le interesan, me parece que todo es moda, no la compro, un día las ballenas y al día siguiente los niños con cáncer y parece falsa—comentó mirando el negro mar. Quede de costado mirando su perfil y me di cuenta del precioso rostro que tenía.
—Ahora me caes mejor tú—dije.
Reímos, admiré su rostro delicado, ojos marrón claro, cabello castaño claro, piel blanca, pechos generosos, caderas pronunciadas, inocencia en su rostro, pecado en su cuerpo. Atractiva.
—No recuerdo tu nombre—confesé.
Se giró a mirarme y me sonrió sincera, sus ojos brillaban y sus carnosos labios se veían sensuales, llevaba un brillo sobre ellos que simulaban que sus labios estaban húmedos, el efecto era distractor, prácticamente el resultado de su apariencia terminó siendo el de una prostituta o una stripper y no de las de alto presupuesto, pero el efecto habría sido el mismo, se veía muy sensual.
—Irene.
—¡Irene! Ya recuerdo, Camilo y Ada me pidieron conseguir una invitación extra para ti porque estabas deprimida, algo así dijeron o eso entendí.
—No, mi novio es chef en un crucero y partió esta semana, me propuso matrimonio el sábado y debió irse el domingo, así que ellos pensaron que me deprimiría, son unos lindos, pero la verdad estoy acostumbrada.
—¿Y te trajeron a un yate?
Ella rio sin contenerse con las manos aferradas a la baranda, su cuerpo convulsionaba por las risas haciendo que sus pechos se mostraran sinuosos en el escote, no pensé que fuera consciente del efecto que causaba, tuve que hacer sendos esfuerzos para mantener la vista sobre su cara. También encontraba distractor ese gesto que hacía de arrugar la nariz y alzar los hombros al mismo tiempo, porque lejos de afearla la hacía ver más auténtica.
—Sí, se disculparon mil veces cuando supieron, les dije que no importaba que así me imaginaba como estaría Doménico en el crucero.
—Felicidades por tu compromiso ¿Cuánto tiempo de novios tienen?
—Tres años—respondió pensativa, sonrió débilmente.
—Buen tiempo, espero que les vaya bien en su matrimonio.
—Gracias ¿Cuánto tiempo de casado tienes tú?—preguntó señalándome con el dedo. Sonreí.
—Siete años. Solo fuimos novios por seis meses.
—Es bastante—sonrió—, que bien, prácticamente se casaron sin conocerse.
—Más bien al conocernos.
Sonaron unos tacones pisando detrás, pasos firmes, elegantes y decididos, los de mi mujer. Me giré, sonrió al verme negando con un gesto.
—Aquí estás, no puedes huir de tu propia fiesta—dijo fingiendo que me regañaba, se colgó de mi brazo y miró a Irene.
—¡Ey! Irene, ¿Cómo estás? ¿Todo bien? —preguntó sonriente.
—Delfina hola, me escapé de la fiesta un rato, me atrapó el agasajado.
—Ya veo—sonrió Delfina y se giró para verme—, vamos adentro Máximo, la gente está hablando del desplante que le hiciste a Aurora.
Irene y yo intercambiamos miradas y sonreímos. Asentí y me giré con mi mujer colgada del brazo, no le dediqué una segunda mirada a Irene, aunque quería hacerlo.
—Ya entro yo, esperaré un poco más acá—comentó ella.
—¡Oh! Pronto será la celebración del cumpleaños número treinta y uno de Máximo, te prometo que no será en un barco—rio Delfina y seguimos.
Mi mujer resultó ser experta y perfecta para ocuparse de todos asuntos públicos de mi persona: vivía fascinada por las fiestas, reuniones, y eventos, era la más entregada durante la presentación de mis colecciones, los desfiles eran su pasión; por lo que me acompañaba siempre a todos lados, así la conocí, yo recién comenzaba a hacerme un nombre en el mundo de la moda, trabajaba como asesor de estilo para las fotografías editoriales de una revista de moda y ella entró como pasante.
Durante su primer día debió asistir a las modelos de una sesión de fotos en la que yo era quien las vestía; yo tenía veinticuatro y ella veintiún años desde que nos vimos coqueteamos, pero no hablamos más que de trabajo, ese día más tarde hubo una fiesta y ahí estaba ella, a la semana estaba viviendo en mi departamento y a los seis meses nos estábamos casando.
Esa noche la estaba disfrutando Delfina más que yo. Salvo mi encuentro con Irene, no hubo mayor cosa memorable o que me hiciera sentir vivo. Valoré mi encuentro con Irene de esa forma porque fue revelador, la había visto, pero no la había visto realmente, y nada tenía que ver su atuendo barato y vulgar, era como reía y se comportaba de forma natural, auténtica, también la hallé atractiva, eso sí lo había notado.
No sentí vergüenza por a dónde iban mis pensamientos mientras entraba con mi mujer al salón principal, me provocaba ver desnuda a Irene, su cuerpo esbelto y curvilíneo no pasaba desapercibido, su piel hermosa, así como su rostro, con labios sensuales que provocaban pensamientos sucios, los cuales no me alteraban los nervios porque era solo la apreciación de una mujer que exudaba sensualidad, no era como si le fuera infiel a mi mujer, no quería ir a encerrarla en el baño y tomarla con crudeza desde atrás, no, esos eran pensamientos que pasaban por mi cabeza, no tenía la mínima intención de ejecutarlos.
Mientras sucedieran en mi cabeza todo estaba bien, no había problema. No me negaba a fantasear con una mujer que me produjera ese efecto, no era la primera, no sería la última, aunque no era frecuente que apareciera una mujer distinta a mi mujer, que me hiciera dedicarle un momento en mis perversos pensamientos. Me divertía que fuera la cuñada de mi hermano porque la vería con frecuencia.
La boda Irene. Mi hermana me excluyó de su boda, pero yo no haría lo mismo. Ella formaba parte de mi cortejo a pesar de las protestas de Máximo. —Es mi hermana, ¿Cómo pretendes que no la invite a ser mi dama de honor? —No sé, como ella es tan perfecta y pura, te estás casando con dos muchachos ya. Y ahí estábamos, por fin, el día de nuestra boda. Tomaba mis medidas de nuevo porque después del parto mi cuerpo cambió un poco y era el día de la boda, por estar amamantando a la niña no me había vuelto a probar el vestido. —Llama a Ada. —No la necesitas, estoy aquí contigo. Lancé una mirada a Carlota y le lancé un beso, la bebé sonrió y apretó su carita mientras se mantenía recostada en su coche. —Deberías dejar el rencor de una vez, Máximo. —Deberías aprender a tener más dignidad, Irene. —Es mi hermana. —Es una arpía. —Basta. Dejó de tomarme las medidas, se levantó, puso sus manos alrededor de mis caderas y me pegó de su cuerpo cálido con salvajismo y sensualidad. —No neces
Tres años después. Máximo. Todo estaba oscuro, apenas una luz tenue daba sobre el escenario. Había algo en el ambiente que se sentía nostalgico y a la vez emocionante. —Irene Bencomo —dijo el maestro de ceremonia. Ella se levantó y caminó hacia el centro del escenario en el auditorio a recibir su título por su maestría en neonatología. Su rostro reflejaba la satisfacción de un logro que había deseado desde hacía tiempo. Sentí el pecho hinchado de felicidad y orgullo. —Mira a mami, saluda, dile hola —dijo Camilo moviendo la mano de mi hijo hacia el escenario, rodé los ojos. —Déjalo, Camilo. No entiende nada. Moisés solo hacía burbujas de saliva y miraba a su tío como diciendo: «¿Quién es este loco y porqué debo soportarlo?». —Tu papá es un viejo amargado, pobre Moisés, menos mal que el tío… —¡Cállate! Toma la foto. La foto —dije, él se giró rápido a hacerlo, aunque ya había contratado fotógrafos profesionales. Suficiente tenía que soportar por estar lleno de baba todo el día
Máximo.Irene tenía viviendo conmigo ya un mes y medio, solo su madre estaba al tanto, ya sabía yo que la necesitaría de aliada en algún momento. Eso fue, mi aliada, apoyó a Irene con nuestra relación por sus propios egoístas intereses, pero me servía. Delfina sabía que la veía, pero no que vivíamos juntos. Los muchachos no sabían nada, ni Camilo, ni Mauricio con quien mejoré las relaciones, superamos los malos entendidos y seguimos como siempre.—¿Te vas temprano hoy supongo? —preguntó Delfina en la puerta de mi oficina.—Sí, de hecho solo vine a recoger algo, no tenía pensado venir.—Aurora quiere que la vistas tú para la gala de premios dentro de dos meses—dijo con una media sonrisa.Negué, detestaba a Aurora, pero era la artista más vendida, estaba en el número uno, salía en todas las revistas de moda, que quisiera que yo la vistiera era muy importante. —Eres hábil, Delfina.Se encogió de hombros sonriendo, usó su influencia y seguro la manipuló un poco, acepté que lo haría, tend
Sentir su calor y la fuerza de su cuerpo sobre mí de nuevo me encendió tan rápido como lo recordada, besaba mi cuello, acariciaba mis pechos, mi sexo, estábamos los dos desnudos en la cama sin apresurar nada, ya sintiendo su erección, sus brazos fuertes apretándome contra él. Me sentía como en un sueño. Era mío, ya no era de otra, no lo tenía prestado, era mío. Me amaba a mí.Me rodó sobre él, respiré agitada admirado su rostro, su torso, relamí mis labios, mis pechos subían y bajaban, mis cabellos caían sobre ellos y podía advertir en su mirada que le gustaba la imagen, que la estaba disfrutando. Yo también quería sacar mi lado perverso, recordé las palabras de Delfina y sí, era mucho mejor que lamentarme, así que no me contuve al brincar desnuda sobre Máximo, sonreí mientras me clavaba en él, eché la cabeza hacia atrás, abrí la boca gimiendo y quejándome mientras su tamaño me llenaba completa. Subía y baja sobre él desnuda sobre él, porque sí, era rico, me daba mucho placer y lo
Máximo.Ya estaba listo, todos en mi familia se enteraron de que fue con Irene que le fui infiel a Delfina y por eso terminamos divorciados. Era un peso menos, no era que tenían que saberlo, pero me sentía más cómodo con ellos enterados, ahora la prensa no tenía por qué saberlo, el país, no tenía por qué saberlo y no lo supo. Gasté mucho dinero y usé muchas influencias, pero el nombre de Irene jamás se mencionó para referirse a ella como mi amante.Había pasado una semana desde que la dieron de alta de la clínica. Me escribía todos los días, pero sus mensajes eran tan parcos que cada día perdía la esperanza de que volver a tenerla como una vez la tuve. Ada la volvió a invitar para la boda; a mí también me invitaron por su puesto. Irma Bencomo era casi mi mejor amiga, tenía una frialdad impresionante para olvidar el pasado y construir nuevas alianzas mirando hacia el futuro que le repetía con frecuencia que debió ser diplomática. El país perdió un gran talento.Ella lo supo, ella supo
Irene.Desperté sintiendo mucho frio, enseguida noté a alguien moviéndose en el sofá a mi lado, era mi madre, me sorprendí al verla, pero me alegré, me sonrió, se levantó con prisa situándose a mi lado, acarició mis cabellos y los besó.—Ya estás bien nena —dijo.—¿Qué tenía?—Dengue hemorrágico.—¡Dios!—Sí, gracias a Dios Máximo te trajo a tiempo.—¿Dónde está?—Arreglando un asunto. Su pobre padre se está atormentando por una imprudencia que cometió al teléfono. Hija voy a decirte esto de una vez para que no te caiga de sorpresa.—¿Qué mamá? No me asustes.—Le hackeraron el teléfono a Máximo, comentó con su padre lo de ustedes, no dijo nombre, pero están averiguando, la prensa y eso, ya sospechan que eras la amante de Máximo.Sentí un vacío en el estómago. Cerré los ojos. No podía ser cierto, que karma tan pesado por acostarse con un hombre casado, ya me había quedado claro que era lo peor del mundo.—¿Segura que saben que fui yo?—Pagó la clínica, te trajo, lo vieron aquí, hay per
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