La boda
Irene.
Mi hermana me excluyó de su boda, pero yo no haría lo mismo. Ella formaba parte de mi cortejo a pesar de las protestas de Máximo.
—Es mi hermana, ¿Cómo pretendes que no la invite a ser mi dama de honor?
—No sé, como ella es tan perfecta y pura, te estás casando con dos muchachos ya.
Y ahí estábamos, por fin, el día de nuestra boda. Tomaba mis medidas de nuevo porque después del parto mi cuerpo cambió un poco y era el día de la boda, por estar amamantando a la niña no me había vuelto a probar el vestido.
—Llama a Ada.
—No la necesitas, estoy aquí contigo.
Lancé una mirada a Carlota y le lancé un beso, la bebé sonrió y apretó su carita mientras se mantenía recostada en su coche.
—Deberías dejar el rencor de una vez, Máximo.
—Deberías aprender a tener más dignidad, Irene.
—Es mi hermana.
—Es una arpía.
—Basta.
Dejó de tomarme las medidas, se levantó, puso sus manos alrededor de mis caderas y me pegó de su cuerpo cálido con salvajismo y sensualidad.
—No neces