94. Al borde
Alessandro
El tráfico se había convertido en una pesadilla a esa hora por culpa de ese partido de mierda. Tamborileé los dedos contra la ventanilla, mirando la fila interminable de autos que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Tres semáforos más y llegaría al hospital, para saber cómo seguía Roxana y cuándo la iban a despertar.
El teléfono vibró contra mi pecho y la pantalla se iluminó con el nombre de Dana. Me acomodé mejor en el asiento y cruzamos mirada con Romano que iba conduciendo antes de responder:
—Alessandro, ¿dónde estás? —Su voz sonaba tensa, controlada, pero detecté el pánico que intentaba ocultar.
—Camino al hospital. ¿Por qué? ¿Pasó algo con Roxana? ¿Con mis hijos?
Ella hizo una pausa demasiado larga y mi estómago se revolvió.
—Necesito que vengas al San Raffaele. Aquí te explico.
—Dana, ¿qué carajo está pasando?
—Cuando llegues, di tu nombre y te llevarán directo a UCI.
La línea se cortó y el pánico se apoderó de cada célula de mi cuerpo. Le ordené a Romano que