92. Son tuyos
Alessandro
El vaso de cartón estaba blando por la humedad, pero no lo soltaba. Era lo único firme que había sostenido desde que las puertas del quirófano se cerraron tras la camilla de Roxana. Lucía se movía nerviosa a mi lado, revisando su teléfono, levantándose cada diez minutos para preguntar en recepción si había noticias.
—¿Cuánto tiempo más? —murmuró, más para sí misma que para mí.
Guardé silencio como las otras veces, pero la miré sin atreverme a abrir la boca para agradecer que se hubiera quedado conmigo. Me sugirió que le avisara a mis padres, pero no tenía paciencia para explicarle que ellos ya no formarían parte de nuestras vidas. Por absurdo que pareciera, después de todo lo ocurrido, me dolía saberlo.
Las puertas se abrieron y reconocí el cabello gris de Dana, recogido bajo el gorro quirúrgico. El que ella formara parte de ese equipo me llenó de paz.
El corazón me dio un vuelco al ver esa expresión neutra cuando se quitó la mascarilla mientras esperaba a otro médico que s