9. Límites y concesiones
Roxana
Francesco levantó la vista del periódico cuando cerré la puerta tras de mí. Su presencia en mi silla era una declaración silenciosa pero elocuente: este seguía siendo su territorio, sin importar el nombre en la placa de la puerta.
—¿Cómo te atreviste a contactar a Alessandro sin mi autorización? —La pregunta llegó como un latigazo, acompañada del golpe seco de su puño contra el escritorio que hizo saltar el pisapapeles de cristal—. ¡En esta familia hay protocolos!
Mantuve la barbilla alta mientras me acercaba.
—Pedí autorización para explorar alternativas. No especifiqué cuáles porque necesitaba evaluar la viabilidad primero.
Francesco entrecerró los ojos.
—¿Jugaste conmigo? ¿O con mi desesperación?
—No. Solo estoy buscando una solución sin importar quién la brinde.
—No me vengas con tecnicismos, bambina —se puso de pie, su estatura imponente proyectando una sombra sobre mí—. Carmen Vidal llamó a Giulia anoche. Media sociedad milanesa ya sabe que la directora financiera de Domu