8. Juego descubierto
Roxana
Valentino ajustó su corbata de seda frente al espejo retrovisor antes de que sus ojos se encontraran con los míos cuando volteó.
—Recuerda, sonríe como si fuéramos la pareja perfecta —murmuró mientras revisaba su reloj.
Mi estómago se contrajo al recordar la escena de anoche. Después de mencionar a Quantum, esperó hasta que Andrea se durmiera y luego me acorraló contra la pared de nuestra habitación y entre dientes se me acercó a la cara para susurrar:
—¿Sabes lo que acabas de hacer? Le diste a Alessandro justo lo que necesitaba para volver.
Bajé la mirada hacia mi muñeca, donde la presión de sus dedos había dejado marcas que ahora ocultaba bajo la manga de mi blusa. No grité y aunque al mirarlo a los ojos, me soltó, no esperó un segundo más para explicarme su nueva estrategia:
«VOY A SER YO quien propuso esta alianza ante mi padre. Para tender puentes familiares y toda esa mierda» siseó al señalarme con su índice. «Tú te mantendrás al margen. ¿Entendido?»
Tamborileaba sobre el