55. Fuego Cruzado
Roxana
El café entre mis manos se había enfriado hacía tiempo. No recordaba haberlo preparado, pero tampoco importaba ya. Había pasado la madrugada entera en la habitación de Andrea, alternando entre el sofá cama y la silla junto a su cama, observando el subir y bajar pausado de su pecho.
Mi sueño llegaba a ratos, pero se interrumpía cada vez que algún monitor pitaba o cuando la preocupación me despertaba de golpe.
Las precauciones de aislamiento no eran tan restrictivas como había temido y el uso de mascarilla y lavado frecuente de manos era suficiente. Podía tocarlo, hablarle, estar ahí cuando me necesitara.
—Roxana.
La voz de Elena me sobresaltó. Al girarme noté esa expresión decidida que la caracterizaba.
—¿No tienes examen hoy?
—A las nueve, por eso vine tan temprano. Quería darte esto ayer, pero parecías tan asustada por Andrea, que no me atreví —caminó hasta donde me encontraba, sacando algo de su bolso—. Esta mañana, Valentino dijo que ya se había estabilizado. Mira, te lo con