25. Traición familiar
Roxana
Ellos ya lo sabían.
Aparqué junto a la fuente de mármol de la mansión Di Marco y suspiré. Después de la llamada con Francesco, me sentí en una nebulosa que persistía hasta ahora que ya era lunes.
Enviaron a alguien por las medicinas de Andrea que olvidé la noche anterior cuando salí corriendo de mi propia casa y aunque no lo pensé al momento de entregarlas, esta mañana, con la llamada de Francesco, cobraba todo el sentido del mundo.
«Necesitamos hablar contigo. Ven a las diez.»
Su tono me dejó en ascuas. Sobre todo si me citó en su casa en lugar de la oficina.
La empleada me abrió con una sonrisa y me guió hacia la sala principal.
Andrea estaba tirado en el suelo jugando con Zeus, el golden retriever de Bianca. Y al verme, su rostro se iluminó.
—¡Mamá! Mira esto —exclamó, haciéndole gestos al perro para que se sentara—. La abuela dice que puedo enseñarle trucos nuevos.
—Muy bien, cariño —murmuré, y le revolví el cabello—. ¿No fuiste a la escuela hoy?
—No, me sentí un poco raro