30. Punto de no retorno
Roxana
La luz fría del amanecer se filtraba por las cortinas del dormitorio, proyectando sombras largas sobre la cama vacía que había abandonado hacía horas.
Seguía con los ojos hinchados, agotada de tanto pensar, pero con la determinación emergiendo entre los escombros de mi orgullo.
El sonido de golpes suaves en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—¿Señora Di Marco? —La voz de Lía sonó cautelosa.
—Adelante.
—El señor Valentino salió muy temprano —informó al entrar y dejar la bandeja con café en la mesita—. Recibió una llamada del señor Francesco y se fue de inmediato. Me pidió que le dijera que reprogramara la cita médica de hoy.
Por supuesto. Otra excusa, otra postergación.
—Gracias, Lía.
Apenas había tomado el primer sorbo de café cuando mi teléfono comenzó a sonar. El número en la pantalla hizo que mi estómago se contrajera: Residencia Geriátrica San Giuseppe.
—¿Señora Di Marco? —La voz del administrador sonaba tensa—. Lamento molestarla tan temprano, pero tenemos una situació