28. Malentendido
Alessandro
La Dolce Vita estaba cerrado al público por ser lunes, pero al abrir la puerta, nos recibió con un abrazo de aromas: ajo dorándose, albahaca fresca, pan recién horneado. Pero fue el cambio en Roxana lo que me robó el aliento.
En cuanto cruzamos el umbral, sus hombros se relajaron. La máscara de control que llevaba como armadura se derritió, revelando una calidez que no había visto antes. Aquí no era la nuera de los Di Marco ni la CFO implacable. Era simplemente Rox.
—¡Al fin! —Lucía emergió de la cocina limpiándose las manos en el delantal—. Pensé que te habías perdido.
Abrazó a Roxana y cuando se separaron, me evaluó con la precisión de un francotirador.
—Tú de nuevo —murmuró al extender su mano.
Pero para echar abajo sus barreras conmigo le di dos besos para saludar. Ella parpadeó con rapidez y con una sonrisa saludé:
—Un placer, señorita Bianchi. Gracias por recibirme.
—Lucía —corrigió—. Vengan, mi familia y Mateo están esperando.
Escuchar ese nombre me confundió, pero c